Magdalena nació en Trino Vercellese (Italia) en el año 1443. Vivió toda su vida en este pueblo del Marquesado de Monferrato, entre el Piamonte y la Lombardía.
Atraída por el ideal de Santo Domingo, encarnado especialmente en Santa Catalina de Siena, entró desde muy joven en la Orden Seglar Dominicana, consagrándose a las obras de piedad y caridad. Ejercitando con constancia una labor de asistencia a los necesitados. Ella abrazó con gran fervor todas las austeridades de la Orden de Santo Domingo.
En su vida ardía en celo por la salvación de las almas, teniendo el don de la predicación, aunque su éxito mayor lo tiene no tanto como predicadora sino como maestra de espiritualidad.
Cuando Magdalena comprendió que se aproximaba el momento de su muerte, llamó a todas sus hermanas, a las que se unieron muchas otras personas, y les prometió orar por ellas en el cielo, diciendo: «No podría ser feliz en el cielo, si vosotras no estuvierais ahí».