El Adviento es un tiempo poliédrico. Por una parte, alborozo y alegría a la espera del Enmanuel, por otra conversión y se avecina Jesús como Juez con toda su majestad. Las calles y los comercios engalanados de fiesta y la liturgia vestida de morado.
¿Cómo vivirlo nosotros?
Las lecturas nos hablan de vigilancia de estar alerta de permanecer despiertos y el Evangelio nos cuenta lo que pasaba en tiempos de Noé. Los hombres comían, bebían, se casaban, compraban y vendían es decir estaban descuidados y entretenidos. Entretanto Noé construía el arca…
Ahora como entonces compramos, comemos, y bebemos y llegado el caso vendemos. ¿Qué hay de malo en ello? Lo malo es vivir distraídos y adormecidos, lejos de nosotros, en la periferia de nuestro ser. Lo malo es no bajar nunca ese fondo y permanecer siendo unos desconocidos para nosotros mismos.
Quizá nos asusta bajar a nuestra y descubrir nuestra propia banalidad. Nos da miedo encontrarnos como aquellos que sufren un deterioro cognitivo. Si has tenido la experiencia de ser cuidador de alguno de ellos habrás observado que viven con una constante sensación de vacío, sienten que algo les falta. Desnudos de memoria no pueden refugiarse en el recuerdo del pasado y carentes de perspectiva tampoco en la ilusión o proyecto de futuro. El presente se les escabulle en la desazón de encontrar aquello que echan en falta y que piensa que alguien se lo ha llevado.
Concentrarnos, dejar de lado la algarabía del entorno puede hacernos sentir ese vacío y esa ansiedad, por eso a nosotros, los que nos creemos gozar de buena salud mental nos encanta el y el enredo y la maraña de recuerdos, proyectos y quehaceres con los que olvidamos esas carencias.
Lo malo es no bajar nunca ese fondo y permanecer siendo unos desconocidos para nosotros mismos
Necesitamos algo Alguien que compense esa soledad Alguien que nos haga sentir rebosantes y llenos.
Ese Alguien es el Jesús que nace en Belén, tierno y humilde, hombre entre los hombres y es el Jesús juez misericordioso. Son las dos venidas cuyo camino preparamos durante este tiempo de Adviento. Es el momento del que según San Pablo hemos de ser conscientes, es la hora del despertar.
Es el tiempo de trabajar por la paz, el tiempo de romper nuestras lanzas y hacer de ellas podaderas.
Podemos comer, beber, vender y comprar pero que esta cotidianidad no sea nuestro absoluto porque es tiempo de construir el arca. Tiempo de despertar y estar alerta de acabar con la imprevisión y de no permitir que el ladrón se lleve aquello y Aquel que necesitamos y ha de ocupar todo nuestro espacio. Es tiempo de Adviento.
Sor Áurea