Silvia Kritzenberger, Ciudad del Vaticano
Triste, conmovido, pero al mismo tiempo en paz. El arzobispo Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia y secretario particular primero del cardenal Joseph Ratzinger y después de Benedicto XVI, está en los estudios de Radio Vaticano. Relata los últimos momentos de la existencia terrenal del hombre que sirvió a la Iglesia como Obispo de Roma de 2005 a 2013, antes de tomar una decisión histórica con su renuncia al papado hace casi diez años.
Miles de fieles rindieron homenaje a los restos mortales del Papa emérito. Ha pasado gran parte de su vida con él, ¿cómo vive este momento?
Humanamente, muy sufrido. Espiritualmente, muy bien. Sé que el Papa Benedicto está ahora donde quería ir.
¿Cuál ha sido el espíritu con el que Benedicto XVI ha vivido estos últimos días? ¿Cuáles fueron sus últimas palabras?
No oí sus últimas palabras con mis propios oídos, pero la noche antes de su muerte las oyó uno de los enfermeros que estaba de guardia. Hacia las tres: ‘Señor, te amo’. El enfermero me lo dijo por la mañana nada más llegar a la habitación, fueron las últimas palabras que realmente comprensibles. Normalmente, rezábamos las alabanzas delante de su cama: también aquella mañana le dije al Santo Padre: ‘Hagamos como ayer: yo rezo en voz alta y ud se une espiritualmente’. De hecho, ya no le era posible rezar en voz alta, estaba realmente cansado. Allí sólo abrió un poco los ojos -había entendido la pregunta- y asintió con la cabeza. Así que empecé. Hacia las 8 empezó a respirar cada vez con más dificultad. Había allí dos médicos -el Dr. Polisca y un reanimador- y me dijeron: ‘Tememos que ha llegado el momento que tenga que soportar su última lucha en la tierra. Llamé a las Memores y también a la hermana Brígida, les dije que vinieran porque estaba agonizando. En ese momento estaba lúcido. Yo había preparado de antemano las oraciones de acompañamiento para el moribundo, y rezamos durante unos 15 minutos, todos juntos, mientras Benedicto XVI respiraba cada vez con más dificultad, cada vez veía que no podía respirar bien. Entonces miré a uno de los médicos y le pregunté: «Pero, ¿está agonizando?». Me dijo: ‘Sí, ha empezado, pero no sabemos cuánto durará.
¿Y luego qué pasó?
Estábamos allí, cada uno ha rezado en silencio, y a las 9.34 horas exhaló su último suspiro. Luego continuamos las oraciones ya no por los moribundos sino por los muertos. Y concluimos cantando «Alma Redemptoris Mater«. Murió en la octava de Navidad, su tiempo litúrgico favorito, en el día de uno de sus predecesores: San Silvestre, Papa bajo el emperador Constantino. Había sido elegido en la fecha en que se conmemora a un Papa alemán, San León IX, de Alsacia; murió en el día de un Papa romano, San Silvestre. Les dije a todos: ‘Llamaré inmediatamente al Papa Francisco, él es el primero en saberlo’. Le llamé y me dijo: «¡Voy inmediatamente!». Luego vino, le acompañé al dormitorio donde murió y les dije a todos: ‘Quédense’. El Papa saludó, le ofrecí una silla, se sentó junto a la cama y rezó. Dio la bendición y se despidió. Esto ocurrió el 31 de diciembre de 2022.
¿Qué palabras de su testamento espiritual le han conmovido más?
El testamento como tal fue lo que más me conmovió. Elegir unas pocas palabras es difícil, debo decir. Pero este testamento ya se había escrito el 29 de agosto de 2006: la fiesta litúrgica del martirio de San Juan Bautista. Está escrito a mano, muy pequeño pero legible, en el segundo año de su pontificado. En alemán dice «O-Ton Benedikt«, que significa «éste es Benedicto». Si tuviera un texto como tal, sin conocer al autor, lo habría reconocido. Dentro está el espíritu de Benedicto. Leyéndolo o meditándolo se ve que es suyo. Todo él está aquí, en dos páginas.
Es en síntesis una acción de gracias a Dios y a la familia …
Sí. Es una acción de gracias, pero también es un estímulo para los fieles, para que no se dejen llevar por ninguna suposición, ni en el campo teológico o filosófico ni en ningún otro. En definitiva, es la Iglesia la que comunica, es la Iglesia, Cuerpo de Cristo que vive, la que comunica la fe a todos y para todos. A veces, incluso en teología, si hay teorías muy iluminadas, o teorías que lo parecen, puede ser que al cabo de un año o dos ya hayan pasado. Es la fe de la Iglesia católica, esto es lo que verdaderamente nos trae la liberación y nos pone en contacto con el Señor.
¿Cuál es el mensaje más fuerte de su pontificado?
Su fuerza reside en el lema que eligió cuando se convirtió en Arzobispo de Munich, citando la tercera carta de Juan: «cooperatores veritatis«, es decir, «cooperadores de la verdad», lo que significa que la verdad no es algo pensado, sino que es una persona: es el Hijo de Dios. Dios se encarnó en Jesucristo, en Jesús de Nazaret, y éste es su mensaje: no sigas una teoría sobre la verdad, sino sigue al Señor. «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Este es su mensaje. Un mensaje que no es una carga: más bien es una ayuda para llevar todas las cargas de cada día, y esto da alegría. Los problemas están ahí, pero cuanto más fuerte es la fe, más fuerte debe ser la fe para tener la última palabra.
El mundo nunca olvidará aquel 11 de febrero de 2013, el anuncio de su renuncia. Hay quienes siguen diciendo que no fue una elección libre o incluso que de alguna manera quería seguir siendo Papa. ¿Qué le parece?
Esta misma pregunta, se la he hecho yo mismo en varias situaciones diciendo: «Santo Padre, están buscando un dietrología sobre el anuncio del 11 de febrero después del consistorio. Buscan, buscan, buscan…». Benedicto replicó: «Los que no creen que lo que he dicho es la verdadera razón de la renuncia, no me creerán aunque ahora les diga: «¡Créanme, es así!». Esta es y sigue siendo la única razón y no debemos olvidarla. Me predijo esta decisión: ‘Debo hacerlo’. Fui de los primeros que intentaron disuadirle. Y me contestó secamente: ‘Mira, no te pido tu opinión, sino que te comunico mi decisión. Rezaba, sufría, tomada coram Deo‘. Hay quienes no creen o hacen teorías, diciendo que ‘dejaría una parte pero se quedaría con otra’, etc.: todos los que dicen esto sólo hacen teorías sobre una palabra u otra y al final no confían en Benedicto, en lo que dijo. Esto es realmente una afrenta contra él. Por supuesto, cada uno tiene su voluntad, su libertad, y puede decir cosas con sentido o con menos sentido. Pero la verdad desnuda es ésta: ya no tenía fuerzas para dirigir la Iglesia, como dijo en latín aquel día. Le pregunté: «Santo Padre, ¿por qué en latín?». Él respondió: «Este es el lenguaje de la Iglesia». Los que piensan que pueden o deben encontrar alguna otra razón se equivocan. Comunicó la verdadera razón. Amén.
¿Qué aspecto le ha impresionado más estando cerca a Benedicto durante su larga etapa como emérito?
Casi diez años. Benedicto -ya como cardenal, ya como profesor- tenía un gran don. Muchos dicen humildad: sí, es cierto, pero también -esto quizá no era tan evidente- capacidad para aceptar cuando la gente no estaba de acuerdo con lo que decía. Como profesor, esto es normal: existe la confrontación, el discurso, la «lucha» entre diferentes argumentos. En este contexto también se utilizan palabras fuertes, pero sin herir nunca y, a ser posible, sin ser polémico. Otra cosa es cuando uno es obispo y luego Papa: predica y escribe no como una persona particular, sino como quien ha recibido el mandato de predicar y ser pastor de un rebaño. El Papa es el primer testigo del Evangelio, más aún, del Señor. Y allí vimos que sus palabras, las palabras del Sucesor de Pedro, no fueron aceptadas. Pero esto nos dice que el liderazgo de la Iglesia no sólo se hace mandando, decidiendo, sino también sufriendo, y esta parte de sufrimiento no fue poca. Cuando se convirtió en emérito, ciertamente toda la responsabilidad y todo el pontificado habían terminado para él.
¿Creía que viviría tanto después de su renuncia?
Hace unos tres meses le dije: ‘Santo Padre, nos acercamos a mi décimo aniversario de episcopado: Epifanía de 2013, Epifanía de 2023. Debemos celebrarlo». Pero también significa diez años desde su renuncia. Algunas personas me dicen: ‘¿Pero cómo es que renunció diciendo que ya no tenía fuerzas y luego sigue viviendo diez años? Y él respondió: ‘Debo decir que soy el primer sorprendido de que el Señor me haya dado más tiempo. Pensé que un año como mucho, ¡y Él me dio diez! Y 95 es una buena edad, pero los años y la vejez también tienen su peso, incluso para un «Papa emérito». Y añadió: «Lo acepté y traté de hacer lo que había prometido: rezar, estar presente y, sobre todo, acompañar a mi sucesor con la oración. Y esto es muy hermoso. También recomiendo a algunos que tienen problemas con esto que relean lo que dijo Benedicto, agradeciendo al Papa Francisco en la Sala Clementina en el 65 aniversario de su ordenación sacerdotal. Finalmente, una vez le dije bromeando, no muy elegantemente: ‘Santo Padre, usted hizo la cuenta, sin el dueño del restaurante, (Santo Padre lei ha fatto i conti senza l’oste) … Él respondió: ‘No hice ninguna cuenta: he aceptado lo que el Señor me ha dado’. Él me ha dado esto, debo agradecérselo. Esta es mi convicción. Otros pueden tener otras ideas, teorías o convicciones, pero ésta es la mía».
¿Cuál ha sido la mayor enseñanza para su vida y qué es lo que más echará de menos de Joseph Ratzinger?
La mayor enseñanza es que la fe escrita, la fe hablada y proclamada no es sólo algo que dijo y predicó, sino algo que vivió. Es decir, el ejemplo para mí es que la fe aprendida, enseñada y proclamada se convirtió en la fe vivida. Y esto para mí -incluso en este momento en que estoy sufriendo, no solo- es un gran alivio espiritual.
En su testamento, Benedicto escribió: «Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, ante todo veo cuántas razones tengo para dar gracias». ¿Era un hombre feliz y realizado?
Era un hombre profundamente convencido de que en el amor del Señor uno nunca se equivoca, aunque humanamente cometa muchos errores. Y esta convicción le dio paz y – se podría decir – esta humildad y también esta claridad. Siempre decía: ‘La fe debe ser una fe sencilla, no simplista, sino sencilla. Porque todas las grandes teorías, todas las grandes teologías se basan en el fundamento de la fe. Y éste es y sigue siendo el único alimento para uno mismo y también para los demás».
Gracias por estar con nosotros
Soy yo quien les da las gracias por esta invitación: he venido de muy buena gana y sé bien que el Papa Benedicto se ha sentido muy apoyado y también -si puedo decirlo así- querido, querido por lo que han hecho, y también rodeado de vuestro afecto.