El corazón de la Virgen fue creado por el Hijo y para el Hijo. Abajemos esta misteriosa realidad a una experiencia cotidiana, cuando alguien tiene la posibilidad de edificar una casa para habitar en ella, la hace a su gusto y según sus necesidades. Cuando el Verbo creó a María la hizo pensando en que iba a ser su madre, la hizo Inmaculada. Junto a este don le dio otro maravilloso también, el de la libertad; una libertad libre de las ataduras del pecado, pero libertad al fin. En el uso de esa libertad radica la grandeza personal de María. Su corazón, creciendo en el camino de la fe, esperanza y caridad, supo elegir siempre lo que le agradaba a Dios.
¡Qué ella nos enseñe a acrecentar los dones recibidos! No hemos nacido inmaculados, pero por el bautismo hemos sido hechos hijos de Dios; no hemos sido elegidos para ser madre de Cristo, pero sí para dejar que Cristo tenga nuestro corazón como su morada y lo que salga de nosotros sean decisiones, palabras, acciones evangélicas.
¡Qué ella nos ayude a liberarnos de cualquier atadura que impida en nosotros el crecimiento de los dones que hemos recibido!
Sor María Luisa Navarro Op