En el ajuste del CALENDARIO litúrgico, tras la celebración del concilio Vaticano II, santo Domingo experimentó un «itinerario» más, él que fue un caminante incansable por parte de Europa durante la segunda parte de su breve vida —murió hacia los 47 años—.
No se fijó, al ser canonizado en 1234, su festividad para el 6 de agosto, que fue la fecha de su nacimiento para el cielo, «dies natalis», sino el día 5 de agosto, porque el día 6 se celebraba por entonces la memoria martirial del Papa Sixto II.

El 5 de agosto se le honró durante trescientos años. En el siglo XVI se extendió para toda la Iglesia la fiesta de Santa María, la «Virgen de la Nieves» y santo Domingo fue trasladado al día 4 del mismo mes de agosto. Así fue también hasta mediado el siglo XX en que cedió, una vez más, el día 4 a san Juan María Vianney, «el Cura de Ars», y su fiesta se fijó para el 8 de agosto. Esta es la fecha en que se le recuerda en la actualidad.Sin embargo, en la Orden dominicana se hace memoria de santo Domingo, desde 1234, en la TRASLACIÓN DE SUS RESTOS MORTALES, que se realizó el 24 de mayo de 1233. Esta es la fiesta de hoy que, por caer en mayo, se celebra, de hecho y por buena parte del hemisferio norte, como solemnidad.

La fecha ayuda, de manera especial, a los devotos del santo que se encuentran todavía en curso académico y no en vacaciones. Hoy es, pues, un día muy destacado para buena parte de la familia de santo Domingo.

¿Por qué esta fiesta? La respuesta al sentido de la misma la ofrece una persona que vivió con emoción la noche del 23 al 24 de mayo de 1233. Oigamos a uno de los presentes que testificó ante tribunal, bajo juramento, el 13 de agosto de 1233. Se trata del español fray Esteban de España, más tarde obispo de Torres, en la isla de Cerdeña.

Estas fueron las palabras que recogió de sus labios el «notario imperial» que actuó en la instrucción del proceso en Bolonia:«Dijo también el mencionado testigo que él [en calidad de Prior provincial de la provincia de Lombardía] ESTABLECIÓ EL DÍA Y MODO DE TRASLADAR EL CUERPO DEL MAESTRO DOMINGO. Estuvo presente en la traslación con numerosos frailes, el podestá de Bolonia y muchos honrados ciudadanos de la misma ciudad; en su presencia, el testigo y otros frailes comenzaron a excavar con barras de hierro y picos, y encontraron la tierra dura y el cemento con el que habían cerrado la sepultura fortísimo y duro.
Levantando la lápida que cubría el sepulcro SINTIERON UN OLOR DE TAL FRAGANCIA, ELLOS Y LOS DEMÁS CIRCUNSTANTES, QUE NO ENCONTRABA PALABRAS PARA DESCRIBIRLO, PUES NO PARECÍA QUE TUVIERA EL OLOR DE NINGUNA COSA DE ESTE MUNDO.
A causa de esta fragancia de perfume, los frailes y demás presentes se postraron en tierra con lágrimas en los ojos, alabando y bendiciendo a Dios, que mostró de este modo tan admirable que debía ser glorificado su santo.
Encontraron la caja de madera en la que se había colocado el cuerpo de fray Domingo cerrada y asegurada fuertemente con clavos de hierro. La abrieron igualmente y el testigo aspiró un olor procedente de ella más intenso que el primero. Entonces, con reverencia y devoción, el Maestro de la Orden [beato Jordán de Sajonia] con otros frailes, presente el señor arzobispo de Rávena y otros muchos obispos y clérigos, el podestá de Bolonia con otros muchos ciudadanos, trasladaron [los restos] al sepulcro marmóreo en que se encuentran al presente [1234].
Dijo también el mencionado testigo, que muchos días después se notaban vestigios de aquel primer olor, tanto en sus manos como en las de los demás que tocaron los huesos de fray Domingo. Sabe todo lo predicho porque lo vio y estuvo presente, tocó con sus manos, y experimentó muchas veces este olor en sus manos y en las de otros frailes que habían tocado [los restos]».

El hecho fue que no esperaron ya más y pidieron al Papa Gregorio IX que tuviera a bien abrir un proceso de canonización que, en efecto, comenzó a recibir testificaciones en agosto de 1233.
¡FELIZ DÍA!

Fray Vito Tomás Gómez, op

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