Sor Natalia, “¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!” (Sal 135)
En el Antiguo Testamento cuando Israel se pregunta por qué ha sido creado, elegido, llamado, conducido, sólo encuentra en el amor eterno de Dios la verdadera respuesta, y así el salmo 135 cuenta la historia del Pueblo de Dios intercalando como letanía aquélla causa primera y razón de todo su ser “Porque es eterno su amor”… por eso quisiera yo al menos empezar y terminar mi testimonio de la misma manera.
“¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!”
Siempre me ha costado mucho relatar mi vocación, como tan a menudo se nos pide a los religiosos, y es que Dios no me llamó de un momento para otro, como una ocurrencia repentina; en realidad cuando uno se descubre “llamado” y empieza a mirar hacia atrás la historia de su vida, todo está lleno de un signo y percibimos la mano de Dios que llena de ternura condujo los hilos de nuestra vida…
En mi familia recibí la fe, pero como le ocurre a la mayoría de nuestros niños y jóvenes, no siempre y no todos me han acompañado en ese camino, y las mismas situaciones familiares han dificultado más las cosas.
Sin embargo la Providencia ha suplido, por ejemplo haciendo que viviera muy cerca de la Parroquia, y así desde pequeña, sin saber mucho de sacramentos, ni el nombre mismo de “sagrario”, sabía bien que en esa “cajita” estaba Dios y que podía ir a estar con Él, sobre todo cuando las cosas se ponían más difíciles, y esos pequeños detalles bastan para que el corazón sensible y abierto de los niños conozcan al Dios que es Amor, con una profundidad que envidiamos los adultos y que nos pasamos el resto de la vida tratando de volver a ese estado de nuestra alma .“Yo les aseguro: si no cambian y se hacen como niños, no entraran en el Reino de los Cielos”(Mt 18,3)
¡Quién puede imaginar y medir la presencia de Dios en el corazón de un niño que sufre!
A los 13 años hice la catequesis de confirmación en medio de un entorno indiferente a la fe, entonces el contraste era para mí evidente, recuerdo haber reflexionado algo así: “si Dios es tan grande y maravilloso como me dicen en la catequesis ¿cómo es que nadie lo tiene en cuenta, tendríamos que vivir solamente para Él?”. Desde ese momento y por un tiempo empecé a decir que en el futuro sería monja.
Luego llegó la adolescencia, edad crítica, llena de sueños, de amigos, de ideales… pero también de pasos confusos o sinceramente equivocados… y al menos aparentemente olvidé por algunos años aquélla primera intuición tan lúcida de mi Confirmación.
Entonces llegó la juventud, ya había olvidado que quería ser monja y me entusiasmaban las miles de posibilidades que se abrían ante mí, me fui de mi pueblo y empecé la Universidad. Pero el corazón seguía en búsqueda, importante fue el testimonio de vida de una amiga Evangelista, me acerqué nuevamente a la parroquia, empecé el grupo de jóvenes, los apostolados, la formación, todo me daba alegría pero nada me llenaba del todo… en un hospital, junta a la cama de una anciana enferma y abandonada de los suyos, en su mirada que con esfuerzo vuelve de su extravío y agradece con una sonrisa mi caricia torpe y temblorosa, yo percibo la inmensidad del Amor de Dios y recuerdo aquello de los trece años de que a ese Amor sólo se puede responder dando la vida . En ese momento la voz del Espíritu deja de ser un suave murmullo o un eco lejano, o una suma de circunstancias aparentemente desconectadas, y se vuelve un grito dentro del corazón, que por más sorprendido o asustado que esté, ya no podrá evadir ni acallar, sino sólo respondiendo… y si entonces se anima y acepta la invitación, verá como todo en su vida encuentra sentido, y conocerá por fin aquélla plenitud de alegría de la que nos habla Jesús: “El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo, y por la alegría que le da va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel” Mt 13,44
Sor Natalia de la Cruz O.P.
Monasterio Santa Catalina
Monjas Dominicas
Triunvirato 3625
Tel. 01141159189
Villa Luzuriaga-San Justo
Buenos Aires
Argentina