NO ME DA LA GANA DE MORIRME
Somos algo más comedidos o nos frena el temor al ridículo, pero seguramente compartimos este sentimiento de Unamuno que, amparado por su licencia de notable pensador, libre de los prejuicios que a nosotros nos coartan, proclama sin ambages:
– “no me da la gana de morirme. Cuando al fin me muera no me habré muerto yo, no me habré dejado morir, sino me habrá matado el destino humano. Yo no dimito de la vida”
” Con razón, sin razón o contra ella” tampoco nosotros queremos morir y nos resistimos a que se nos “destituya de la vida”. (1)
Por muchos que sean los pesares o los agridulces de la vida, deseamos vivir, Y nos complacen noticias que indican que aumenta continuamente* la expectativa de vida.
Pero ¿qué vida defendemos? ¿Qué vida ansiamos? Algunos dirán que la del Cielo y para ellos y para otros será la mejor respuesta
. Para los mas se busca una vida mejor, la que nos da la existencia, pero con una calidad que la haga vivible y para lograrlo, algunos, muchos demasiados, arriesgan en el mar la invivible que poseen y ¡ya no nos conmueve!
¿Qué está pasando? La globalizada fragmentación ha llegado a nuestro corazón incapaz ya de compadecerse y darse por entero.
Con el egoísmo, este nuestro mundo se ha roto y estamos haciendo de él un mundo cada vez peor. Un mundo partido y fragmentado: los que viven cada vez mejor, los que nos comemos la tarta o el queso entero y los que no tienen derecho ni a las migajas que se nos caen.
Así las cosas, buscamos consuelo y respuesta en las sabias páginas del evangelio:
– «Yo soy el pan de vida. El que me coma no morirá para siempre».
¿De qué vida habla? Si absolutizamos, el mensaje queda para unos pocos para aquellos a los que su fe les permite y les asegura que al doblar la ultima esquina no habrá acabado todo, sino que el camino, la vida se abre a un espacio y a un tiempo sin fin.
—«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Son palabras que encantan que consuelan, que vivifican, pero palabras que arrastran una carga cultural de interpretación que puede hacerlas estériles o rutinarias.
No las entendieron los judíos que las escucharon de labios de Jesús, pero curiosamente las han entendido generaciones y generaciones.
¿Las entendemos hoy nosotros? ¿las entienden nuestros coetáneos?
El Evangelio de Jesús es para TODOS. Los no creyentes, los que tienen dudas razonables, a los que tampoco les da la gana de morirse, también pueden verse interpelados y estimulados por ellas. También pueden ser seguidores del Jesús que proclama YO SOY LA VIDA, el que me come es decir el que asimila mi doctrina y la sigue y se deja comer trabajando para a que se extienda la justicia y la bondad al morir seguirá vivo en ese mundo mejor que ha contribuido a crear.
Habrá repartido, sin saberlo, el pan de Jesús, ese pan que es vida para el mundo.
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1cfr el Pensamiento trágico de la vida 28,9