LA GLOBALIZACIÓN DEL BIEN
Los discípulos acuden a Jesús con cierto aire triunfalista, alguien les ha estado usurpando el privilegio de hacer el bien y ellos se lo han prohibido.
Pero esta actitud no merece el beneplácito del Maestro sino su contundente reproche “¡No se lo impidáis!” Diríamos que les echa un jarro de agua fría para apagar sus ínfulas partidistas.
En el movimiento de Jesús no caben los “capillismos”, no cabe el “nosotros y los otros” diríamos que Jesús ya apela a la globalización, la globalización del bien. En su casa, en la casa del Padre, hay muchas habitaciones, es decir todos caben en ella, todos cabemos en el Reino.
El “otro” puede ser diferente a mí, tener actitudes y convicciones que no comparto pero no puedo negarle el reconocimiento de la bondad que haya en él y en su comportamiento, no puedo negarle su derecho a ejercer la bondad.
Encerrados en nuestro grupo corremos el riesgo de no ver, no celebrar y no disfrutar de lo bueno que hay en aquellos que están fuera de nuestra “capilla”, que “no son de los nuestros” y podemos caer en la tentación de querer apagar esa brasa de bondad por el mero hecho de no haber sido encendida en nuestro fuego. Escucharemos la categórica amonestación de Jesús: “¡No se lo impidáis!
El texto de hoy nos conduce a otro tema de reflexión, la RADICALIDAD en el seguimiento. Radicalidad que no es fanatismo ni fundamentalismo simplemente que no valen “las medias tintas”. Nada es tan importante, tan imprescindible tan esencial (la mano, el pie, el ojo) que justifique el apartarnos del Reino y nada es tan insignificante (un vaso de agua) que no merezca su recompensa.
Sor Áurea Sanjuan
Texto de referencia: Marcos 9, 38-43. 45. 47-48