SÓLO EL AMOR

 La perplejidad, la desazón, los tiene acobardados. Jesús ya no está. Los indicios de que sigue vivo y aquel alborozo por el sepulcro vacío ¿no habrían sido alucinaciones y cuentos de mujeres? La realidad es que la etapa de Jesús tan apasionante ha quedado atrás  

¿Qué pueden hacer en adelante?  ¿Cómo enfocar esta nueva etapa de su vida?.  Era preciso volver a las redes. ¿Tenía sentido seguir soñando?

Pedro rompe la inercia y las fabulaciones, “¡Voy a pescar! »

Las redes, que había dejado por seguir a Jesús, vuelven a ser su quehacer de cada día. Lo mismo Tomás, Natanael, los hijos del Zebedeo. ¿Tenía sentido hacer otra cosa después de que Él, Jesús, se hubiera marchado? Tunían que rehacer su vida. Tenian que sacudir el miedo a los judios, no podían seguir escondidos.

Tomás, Natanael, los hijos del Zebedeo y el mismo Pedro volvieron a la mar. Volvieron solos, sin Jesús.  Jesús ya no estaba con ellos. Se decía que estaba vivo, pero ciertamente no para esta vida en la que tenian que bregar para salir adelante.

 

No contaron pues con Jesús y sin él sus esfuerzos resultaron baldíos. Sin el Maestro todo es inútil.  «Aquella noche no pescaron nada».

Se sintieron solos, decepcionados y frustrados. No recordaban aquello de «Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos» No sabían que precisamente en los fracasos, también en los nuestros, está presente Jesús

Alguien desde la orilla les grita “Muchachos ¿Tenéis algo que comer?”

Es fácil imaginar lo desabrido, malhumorado y seco del «¡no!» con el que responden al desconocido.

Sin embargo, pese al desánimo y la frustración, pese al cansancio obedecen aquella voz que les indica «¡echad la red a la derecha!»  y la red desbordó de pesca.

– “¡Es el Señor!”

Juan al que Jesús tanto quería lo reconoció.

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Fue el discípulo amado, el que estaba lleno de amor por su Maestro y se sabía amado por él, quien supo interpretar el signo. «¡es el Señor!» Es el amor lo que le hace reconocer la presencia de Jesús.

Pedro se verá forzado a esta misma experiencia, Jesús le reclama amor.

– Simón ¿me amas más que estos?  ¿me amas? ¿me quieres?

– Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.

– Cuida de los míos…

Jesús no es sólo el Señor, es el amigo que da amor y exige reciprocidad.

Es el amigo, el compañero, el íntimo; que ofrece gratuitamente su Reino. Un reino que está dentro de nosotros mismos como el grano de mostaza, como la semilla que ha de crecer.

A Jesús lo encontramos en el quehacer de cada día. No hacen falta tareas extraordinarias. El está siempre con nosotros, al acecho de nuestras necesidades

No busquemos en el relato los hechos y las descripciones concretas sino su significado y su mensaje. Sólo el amor nos hará descubrir la presencia del Señor. Sólo el amor nos dará la experiencia de Dios. Un Dios que se manifiesta en lo íntimo de nuestro ser, en lo cotidiano, en el simple trabajar y comer. Un Dios que nos envía con y por amor a cuidar de los hermanos. A anunciar su Reino «Si me amas, cuida de los míos»

Sor Áurea Sanjuán

Texto de referencia Juan. 21, 1-3

 

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