OJALÁ ESCUCHES MI VOZ
Parece que el silencio nos intimida y siempre tenemos a mano algún dispositivo que nos conecta con el «mundanal ruido». Son muchas, las voces que llegan a nuestro oído. No siempre escuchamos. A veces nos basta la baraúnda que aturde sin dejarse entender pero que nos aísla de un entorno que no siempre nos satisface o simplemente rompe ese silencio que nos aterra. No es el ruido lo que molesta, molesta el silencio.
Otras veces queremos escuchar y entonces tenemos que seleccionar
pero no resulta fácil cuando el griterío acapara la atención,
Sintonizar la voz preferida no siempre es posible, en este caso sí que molesta el griterío que lo imposibilita
No es malo el vocerío, no es mala la sociedad que lo alberga. Es malo no advertir que puede romper tímpanos, razón y vida. Es malo el aturdimiento y la desorientación que propicia y que puede llevarnos a no ser capaces de distinguir la Voz que ofrece Vida.
El evangelio de, hoy nos sugiere este tema. “Mis ovejas – siguiendo el símil del evangelio- no son ovejas desorientadas que siguen a cualquiera que tome en sus manos el bastón del pastor. Yo las conozco y ellas me siguen. No somos, no debemos ser, el rebaño que se deja embaucar por cualquier populismo.
Es preciso además de gratificante, Conocer y ser conocido. Conocer la voz que nos susurra al oído. La voz amiga que nos indica que y a quien nos conviene seguir.
Optando por la contemplación, por la oración, y la reflexión podremos bajar decibelios, insonorizar nuestro entorno y hacer silencioso para distinguir los matices de esa voz que nos devolverá razón y vida,
Sor Aurea Sanjuán