APOSTAR POR EL SEGUIMIENTO, NO VA DE ETIQUETAS
Ayer como hoy enemistades entre pueblos y personas.
Jesús se encuentra en territorio hostil, hostil por humillado. Jerusalén menosprecia a Samaria. Su templo el de Jerusalén, ofrece el verdadero culto a Dios, no así el de los vecinos samaritanos. Los samaritanos se cobran la revancha y niegan el hospedaje a Jesús. Sí, Jesús va de camino hacia el templo judío pero no saben los samaritanos que este peregrino reivindica sus derechos: “El verdadero culto se da en espíritu y verdad”: también ignoran que ha tomado la decisión de subir al Templo sabiendo que le va a costar la vida; que va a ser crucificado precisamente por predicar la reconciliación universal, el culto al Dios, Padre de todos.
Entre tanto los discípulos, ajenos a estas consideraciones, se indignan y convencidos de que defienden a Jesús sacan a colación su resquemor contra los samaritanos, envalentonados, confiando en el “poder” que les confiere ser amigos del taumaturgo quieren hacer bajar fuego del cielo que aniquile a los herejes que les han negado hospitalidad.
Santiago y Juan pese al tiempo que llevan con el Maestro todavía no han aprendido su lección. Jesús no quiere revanchas, Jesús quiere la reacción comprensiva y la misericordia. “No saben lo que hacen” justifica así hasta a sus propios verdugos. El discípulo, el que quiera seguirle tendrá que afrontar las vicisitudes del camino. Su entrega ha de ser tan radical como la suya, hasta la muerte, no podrá poner la mano en el arado y arrepentirse añorando lo que dejó atrás. No consentirá que las consideraciones y las excusas de dudosa piedad le justifiquen la demora en el seguimiento “deja que los muertos entierren a los muertos “. Seguir a Jesús, ser cristiano no es cosa de broma. No es un pin que te colocas en la solapa y presumes de pertenecer a un prestigioso club. Ser cristiano tiene sus exigencias tan radicales como la propia vida de Jesús.
Hay que pensarlo bien. El Señor, el Maestro invita, propone y si aceptas tendrás que ser coherente y consecuente. Las etiquetas solas no valen. No te hace cristiano. Serás cristiano si sigues real y efectivamente a Cristo.
Sor Áurea Sanjuán, op