PORQUE ESTÁ AQUÍ, PISANDO NUESTRA TIERRA, HACEMOS FIESTA
Hoy celebramos la fiesta de Jesús, o más bien nuestra fiesta porque ese Jesús más allá de su muerte en cruz permanece con nosotros.
Su presencia viva no es sólo su recuerdo es mucho más, no es sólo su doctrina, es mucho más. Su presencia, su compañía sacude nuestra intimidad. Dice un texto sufí: “está más cerca de mí que mi propia yugular” y San Agustín: “…porque tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío…” y el mismo Jesús nos promete reiteradamente “Yo estaré con vosotros todos los días…” estaré en el pobre, en el hambriento y el desnudo, en el que es diferente, en el que justa o injustamente está preso en la cárcel.
Estoy con esa presencia que completa y culmina todas estas otras, porque soy yo mismo hecho pan y vino, porque este pan que parto y reparto es mi cuerpo y esta copa de la que todos estáis bebiendo es mi sangre, derramada por todos y para todos. Yo ya no volveré a beberla hasta el día en el que beba del vino nuevo en el Reino de Dios. Entre tanto sois vosotros quienes tenéis que hacer esto en memoria mía.
Es el testamento, la última voluntad de Jesús, la que a nosotros, sus herederos, nos toca cumplir.
No olvidemos que esa su última voluntad no queda satisfecha con mera declaración de intenciones sino con la preocupación r
eal y efectiva por aquellos sus pequeños, sus preferidos y que dejó a nuestro cuidado advirtiendo que lo bueno o malo que hagamos con ellos a Él mismo lo hacemos. Cuidemos que nuestros fastos con el sacramento no sean la nube de humo que oculte la necesidad del hermano y acalle nuestra conciencia.
El sigue a nuestro lado recorriendo calles y plazas con presencia sacramental, transitándolas, también a nuestro lado, con esa otra presencia viva en aquellos que necesitan de nuestro pan, nuestra escucha, de nuestra comprensión y paciencia, de nuestro amor. Está con nosotros cuando reunidos disfrutamos de la amistad y la fraternidad.
Celebramos la presencia viva de Jesús. En mil rostros diferentes lo identificamos. Jesús está aquí, en tu corazón, en el mío y en el de aquellos que nos quedan lejos y sentimos diferentes, pero todos juntos como en un racimo, reunidos en un apretado corro, inclinados ante su altar adoramos a Aquel a quien llamamos Señor mío y Dios mío y que nos ha prometido estar en y con nosotros, que nos reconoce como amigos si nos amamos. Que sólo así, con ese amor mutuo, acepta el derroche de perfume, de tiempo y de vida que le ofrecemos. Que nos ha dicho:
Mi carne y mi sangre serán vuestro alimento, mi savia nutrirá vuestras venas. Haced esto en memoria mía pero hacedlo como yo, que me parto y reparto, que me dejo comer.
Porque está aquí, pisando nuestra tierra, hacemos fiesta, la fiesta de Jesús, nuestra fiesta.
Áurea Sanjuán, op