No entendemos a Jesús. Acostumbrados como estamos al lenguaje evangélico las Bienaventuranzas nos resultan algo tan familiar que las escuchamos casi como quien oye llover. Es fácil repetir “Bienaventurados los pobres” pero sí circunstancialmente y sólo por unos pocos días te encuentras sin tener a mano un enchufe donde cargar el móvil o la tablet ¿te sientes feliz?
Afortunadamente no son esas carencias por las que Jesús nos felicita. Carecer de lo que consideras necesario es cuanto menos una contrariedad y como tal un fastidio.
Mateo habla de “pobres de espíritu una manera de matizar la expresión que tal como suena puede llevarnos a entender que el pobre es felicitado sólo por serlo.
Hay que decir que la pobreza de por sí es mala y malo aquel o aquello que la ocasiona . Bueno, feliz, es quien la padece, pero no por padecerla sino por no ser quien la provoca.
Lo mismo ocurre cuando nos exhorta a alegrarnos cuando nos insulten y nos odien porque es lo que hicieron los antiguos con los profetas, es decir no tenéis que estar contentos por los insultos y el maltrato sino porque estáis del lado de los profetas. Por eso vuestros nombres están inscritos en el cielo.
Entendidas así las Bienaventuranzas no quedan para extraños sino para nosotros y para nuestro día a día. ¿Quieres escuchar que eres bienaventurado?
Ponte del lado de los que pasan haciendo el bien.
Sor Áurea