El Convento de la Consolación de Xàtiva continúa, cinco siglos después, ejerciendo su labor social con las once hermanas dominicas que lo habitan
GONZÁLEZ – Xàtiva, 25 febrero 2022
«Las puertas del convento están siempre abiertas y nosotras seguimos estando activas para Xàtiva». Es la frase de la generosidad de la priora del convento sor Aurea, quien ha dejado unos minutos su trabajo para atendernos. Esa hospitalidad se siente nada más entrar en el Convento de la Consolación, cuando la madre que se encuentra en la recepción te entrega las llaves para poder entrar a las dependencias.
La institución cumplió en marzo de 2020 el 500 aniversario de su fundación, una celebración que la pandemia truncó y que en los últimos meses se ha reavivado con la exposición fotográfica dedicada a ellas que se ha podido ver en la Casa de la Cultura, obra de Francesc Barberà.
En el convento quedan actualmente 11 hermanas. Dos han muerto en los dos últimos años, pero no por el Covid, por causas naturales y de la edad. De hecho, las medidas de seguridad contra el virus están bien presentes en la sala de visitas, con pantalla protectora para evitar contagios.
«A nosotras no nos ha afectado la pandemia como a otras familias. No es lo mismo estar en un sitio tan grande como este, con jardín y huerto, que estar confinados en un piso de 50 metros», explica sor Aurea.
De hecho, el Convento de la Consolación de Xàtiva se fundó en un momento en el que también se sufría otra epidemia, la de la peste. La gente se aferraba a la Virgen de la Consolación y se le hizo aquí una ermita. Ante la necesidad que surgió de atención, el pueblo vio la conveniencia de que vinieran monjas que cuidaran de las personas desamparadas y enfermas. En la ciudad ya estaban los dominicos y fue uno de ellos quien heredó de su familia el solar donde actualmente se emplaza y donde se construyó el convento, que fue habitado por monjas dominicas procedentes de Barcelona.
«Es normal que no haya vocaciones, ahora las personas con inquietudes por querer ayudar a la sociedad tienen muchas organizaciones»
«Siempre ha sido un convento muy próspero, también en vocaciones», asegura la madre, quien reconoce que en estos tiempos es normal que no haya vocaciones. «Nosotras entramos en el convento con 20 años porque teníamos muchas inquietudes por querer ayudar y servir a la sociedad. Ahora, las personas que tienen esas inquietudes tienen muchas organizaciones donde pueden desarrollar esa labor», subraya.
Ellas siempre han estado ahí, dando un plato de comida a quien lo pide y también ayuda espiritual. «Aquí no viene solo gente pidiendo comida, sino consejo, a desahogarse», apunta y recuerda que cuentan con un colectivo, Gent de la Consolació, que se creó para asistirlas en la labor social de repartir comida y atender las necesidades de las personas que solicitan ayuda.
Aún muy activas
Las once hermanas, la mayor con 92 años, se encargan de mantener el convento ellas mismas. «No recibimos ayudas, tampoco la hemos pedido», dice sor Aurea. «Vivimos de nuestro trabajo. Desde siempre hemos tenido la política de que cada una hiciera lo que más le gustara. Cuando llegamos éramos jóvenes y muchas, y por tanto había muchos trabajos como cerámica, encuadernación, hemos hecho muñecos de fieltro y bordados. Ahora sólo tenemos taller de bordados», indica.
De hecho, la pandemia le ha servido para ponerse al día de muchos encargos que tenían. Sus trabajos están relacionados con las fiestas y al haberse suspendido durante dos años, tenían menos encargos. «Yo he aprovechado para terminar un manto de la Virgen del Pilar de Zaragoza. Hace unos días me mandaron una nota agradeciendo el trabajo y asegurando que es una joya del siglo XXI», relata.
Lejos de la clausura, el término está obsoleto según apunta sor Aurea, ellas están abiertas al mundo y han aprovechado internet para dar a conocer sus trabajos. «Tuvimos una tienda online, pero no resultó porque había que estar muy pendiente. Lo que sí tenemos son pedidos por internet». También salen, para todo lo que necesitan, a la calle.
«Tenemos que procurar hacer un poco de bien en nuestro entorno y eso contribuirá a que el mundo global vaya también mejor»
El futuro del Convento no les preocupa. «Vivimos la situación como cualquier familia que también envejece porque cada vez se tienen menos hijos y también se acaban. No lo vivimos con angustia. Somos una Orden y en un momento dado o podríamos cerrar este hogar o bien pudieran venir hermanas de otros conventos», asegura.
Tras más de 50 años de experiencia y madurez, fruto de la oración, pero también de estar pendiente de lo que ocurre en la sociedad, sor Aurea tiene claro que el mundo no se puede cambiar si antes no se ha cambiado uno mismo y se ha superado como persona. «Tenemos que procurar hacer un poco de bien en nuestro entorno, crear un núcleo de fraternidad y eso contribuirá a que el mundo global vaya también mejor».
(Origen: “Las Provincias”)