Las monjas dominicas fueron fundadas por santo Domingo de Guzmán en el siglo XIII para apoyar con la oración la predicación de los frailes.

«… La misión de las monjas consiste en buscar a Dios en el silencio, pensar en Él e invocarlo, de tal manera que la Palabra que sale de la boca de Dios no vuelva a Él vacía, sino que prospere en aquellos a quienes ha sido enviada» (Const. Fund. § II).

ORACIÓN – LITURGIA

Alabando tu nombre

ORACIÓN: Llevar a Dios el dolor, los logros y esperanzas de los hombres; orar por los que no saben, no pueden o no quieren acordarse de Él.

El corazón de un contemplativo está lleno de misericordia y compasión. La compasión es más que un sentimiento, es abrir los ojos para ver a Cristo entre nosotros todavía sufriente. Es una educación del corazón y de los ojos que nos hace estar atentos al Señor que está con nosotros.

LITURGIA: En la celebración de la liturgia actualizamos el Misterio de nuestra Salvación. Las monjas celebramos diariamente en coro todas las Horas del Oficio Divino.

«La Eucaristía es el centro de la liturgia de la comunidad, es el vínculo de caridad fraterna y la fuente principal de la inquietud apostólica» (LCM 76).

ESTUDIO – LECTIO DIVINA

A la luz de la verdad

El estudio es uno de los pilares de nuestra vocación dominicana, es el camino hacia la santidad que abre nuestros corazones y nuestras mentes a los demás.

Por el estudio nos  acercamos al misterio de Dios  y aprendemos a descubrir el horizonte inmenso que Él quiere para el hombre. El que estudia debe ser un mendigo que sabe cómo recibir los dones gratuitos de Dios. Todas las disciplinas que intentan dar un sentido a nuestro mundo son nuestras aliadas en la búsqueda de Dios.

La Lectio Divina es la lectura orante de la Sagrada Escritura. La lectura espiritual conduce al coloquio con Dios.

Cristo es la Palabra de Dios. «Esta Palabra léela en tu corazón,rúmiala en tu mente, y que ella ponga tu boca dulce como la miel. Piensa y repiensa esta Palabra. Que permanezca en ti y habite siempre contigo» (Carta de Jordán a Diana).

VIDA COMÚN

Vivir como hermanas

“Nos congregamos en comunidad para vivir unánimes, teniendo una sola alma y un solo corazón en Dios”. (LCM 2)

Encarnando el Evangelio, la comunidad se convierte en una escuela de amor para jóvenes y adultas donde se aprende a amar a Dios y a las hermanas. Es allí donde se crece en la sinceridad y confianza mutuas, en la capacidad de diálogo, en la adhesión sincera buscando el bien común. La paz y la alegría de estar juntos siguen siendo uno de los signos del Reino de los cielos.

La unidad alcanza su plenitud más allá de los límites del monasterio, en comunión con la Iglesia y con la Humanidad. Es un testimonio de la reconciliación universal en Cristo.

TRABAJO

Compromiso con la creación

Por el trabajo nos alegramos de cumplir el designio del Creador y de cooperar a la obra del Redentor poniendo de nuestra parte todos los recursos de la inteligencia y voluntad y los dones de naturaleza y gracia que cada una posee.

Entendemos por trabajo cualquier actividad humana, manual o intelectual, realizada por las monjas.

El trabajo promueve el bien común y sirve también a la caridad. Puede constituir una forma de ascesis por su dificultad, pero por la constancia y habilidad que requiere y el provecho que reporta, favorece el equilibrio de la mente y la formación y evolución de la propia personalidad (Cfr. LCM 105 § I).