Los días de agosto son muy luminosos y muchas personas aprovechan para tomar el sol y mejorar su aspecto. Hay luces que no hemos de olvidar, que son mucho más importantes. Madre Teresa de Calcuta decía: “Cada uno de nosotros somos una gotita en el océano, un instrumento pobre. Al observar un electrodoméstico, encontramos un montaje de hilos grandes y pequeños, nuevos y gastados, caros y baratos, pero si la corriente eléctrica no pasa a través de ellos, no hay luz. Esos hilos somos tú y yo, y Dios es la corriente. Podemos dejar pasar la corriente a través de nosotros, dejándonos utilizar por Dios, para que se produzca luz en el mundo… o dejar de ser instrumentos y que las tinieblas se extiendan”.

También el mes de agosto nos ilumina con su riqueza y variedad en festividades y celebraciones marianas: Nuestra Señora de los Ángeles, Virgen de las Nieves, Asunción de María, Coronación de la Virgen. Desde que comenzamos el mes estamos entre luces de santos y beatos, sacerdotes, madres de familia, frailes, monjas, Obispos, laicas, monjes: Alfonso Mª de Ligorio, Juana de Aza, Juan Mª Vianney, Cayetano, Domingo de Guzmán, Edith Stein, Lorenzo, Clara de Asís, Juana Mª de Chantal, Maximiliano Mª Kolbe, Roque, Esteban de Hungría, Juan Eudes, Bernardo, Pío X, Rosa de Lima, Bartolomé, José de Calasanz, Teresa Jornet, Mónica, Agustín. Pidamos al Señor que nos permita que a través de ellos pase a nosotros la corriente y sigamos iluminando el mundo con la luz de la fe.

San Jacinto de Polonia es hijo de una noble familia polaca del siglo XII, y después de conocer a Santo Domingo de Guzmán ingresó en la Orden de Predicadores y fue enviado a Polonia para evangelizar y fundar conventos dominicos, encontrando apoyo en Jesús y en María, para liberar al pueblo de Dios mediante su ministerio de predicación itinerante.

El Beato Manés, era un hombre contemplativo y humilde, hijo de la Beata Juana de Aza y el Venerable Félix de Guzmán y, hermano de Santo Domingo, al que ayudó en la fundación de la Orden, dejando entrever un talante comunitario y obediente en función de la misión que se le presentaba.

Santa Elena, madre del emperador Constantino, tenía tanto amor a Jesucristo que no podía resistir que el instrumento de nuestra salvación, la Cruz, permaneciera enterrado y no dignamente venerado por los cristianos. En el siglo IV decidió viajar a Jerusalén para buscar la Santa Cruz sobre la cual murió Cristo.

San Bernardo fue un amante apasionado de Cristo y la Virgen: dos amores inseparables; es una de los escritores marianos que más ha influido en la piedad mariana de todos los tiempos, nutriendo la devoción mariana universal. A él se le deben las últimas palabras de la Salve: «Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María».

San Pío X es el Papa 257 de la Iglesia Católica entre 1903 y 1914. Introdujo grandes reformas en la liturgia, facilitando la participación del pueblo en la celebración eucarística, promoviendo el estudio del Catecismo y la confección del Código de Derecho Canónico.

Es interesante meditar la oración colecta de cada día, redactada como una súplica que es oración diaria, sin depender de a quién rezas pues parafraseando la Sagrada Escritura «a cada día le basta su propia oración».

Los regalos más valiosos son los que Dios nos da, aunque a veces no nos damos cuenta: el regalo de la vida, el de las personas que están a nuestro lado cuidándonos, el regalo de la inteligencia, los dones que recibimos que a veces se nos escapan, la capacidad de orar.. 
 
El silencio es una práctica desafiante que tiene poder y es una herramienta que desentraña formas prácticas para comenzar la oración silenciosa.  
 
Nuestra propia oración personal se dirige al Señor, a Dios Padre, a Jesucristo o al Espíritu Santo, y desde el silencio le pedimos que nos conceda un corazón suplicante y que obtenga para nosotros unos labios que profesan la fidelidad que dura por siempre. 
 
Un poco de historia: el 17 de agosto de 2002, San Juan Pablo II consagraba el santuario de la Divina Misericordia de Cracovia, encomendando el mundo entero a la Divina Misericordia.

En el veinte aniversario de este acontecimiento el Santo Padre, el Papa Francisco, hace una mirada hacia el sentido de aquel gesto de encomendarnos en la oración y nos dice: «la misericordia es el camino de la salvación para cada uno de nosotros y para el mundo entero y, pedimos al Señor misericordia y piedad para el martirizado pueblo del Ucrania» (Ángelus 14-8-2022).
Nos unimos en este rezo para que el Señor escuche nuestras súplicas. Amén

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