Nuestra generación forma parte de ese coro formado por los creyentes de toda la humanidad que, a través de los siglos, felicita a María por haber creído que lo que le ha dicho el Señor se cumplirá.

Su Asunción a los cielos es una invitación a renovar la esperanza en las promesas del Señor. Él, que ha resucitado de entre los muertos, nos hice por medio de San Pablo que en él todos seremos vivificados. María, la llena de gracia, ya ha sido plenamente vivificada por su creador y redentor, Jesucristo.

Sin embargo, nosotros aún vamos de camino… por eso nos conviene considerar esta vivificación de Cristo hoy, conforme a la plenitud a la que queremos llegar. Para que Cristo vivifique nuestra vida, es decir, para que él sea la Vida de nuestra vida, son necesarias la fe, la esperanza, el amor y todo el conjunto de virtudes que día a día nos invita a practicar, además de la docilidad a los dones del Espíritu.

Desde nuestro bautismo hemos sido incorporados a la muerte y resurrección de Cristo y cada día se nos brinda la oportunidad de estar más cerca del cielo y que haya más cielo en la tierra de nuestro corazón, no tan solo porque esta vida va pasando, sino porque el sucederse de las horas y los días podemos adentrarnos en el misterio que, desde la Asunción, la Virgen contempla cara a cara.

Basándonos en los textos que se nos proponen para la Eucaristía de este día, podemos decir que adentrarnos en el misterio de Dios es: escuchar las mociones interiores que nos invitan a servir al que lo necesita, a ver la historia en su profundidad y descubrir el plan de Dios, alabándolo por su obra, en lo que ha pasado y en lo que está pasando; pasar por el desierto (llámese soledad, aridez, lucha contra las tentaciones, valentía inteligente en profesar nuestra fe en ambientes secularizados) con la certeza de que el Señor nos librará de nuestros “enemigos”. Y, mientras vamos de camino, no perder de vista la meta, donde la Virgen y Cristo nos esperan.

¡La Virgen de la Asunción nos invita y enseña con su vida, a caminar en dirección a nuestra meta!

Sor Mª Luisa Navarro, OP

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