Parecen lejanos aquellos siglos primeros de la iglesia en donde el ideal de vida cristiana era el martirio; sin embargo a lo largo de la historia de la iglesia siguen apareciendo hombres y mujeres que dan su vida en holocausto por Dios y por su reino ¡Que el Espíritu de amor, el Espíritu de Dios encienda nuestras vidas con el mismo fuego con el que encendió la vida de Josefina y de cada uno de los mártires para que, en lo cotidiano, podamos entregarla con paciencia y benignidad, sin envidia ni presunción, decorosamente, sin egoísmos ni irritación, sin llevar cuentas del mal, gozándonos en la verdad. Excusándolo todo, creyéndolo todo, esperándolo todo, soportándolo todo! Porque solo el don del Espíritu puede fecundar nuestra libertad para que llegue a la entrega plena de sí misma en el amor.
Sor Mª Luisa Navarro, OP