El Papa emérito Benedicto XVI ha fallecido esta mañana en Roma, pasadas las 9, 30 horas. En nuestro Monasterio, junto a toda la Iglesia, rezábamos por él, para que el Señor lo confortase en estos últimos días de su vida en la tierra.

Benedicto XVI nos deja una inmensa reflexión teológica, sobre todo, nos deja la ofrenda de su vida. Cuando renunció dijo que él seguía al pie de la cruz, por amor a Cristo Jesús y a la Iglesia. Recientemente el Papa Francisco nos decía que Benedicto seguía sosteniendo la Iglesia desde el silencio. Hoy su silencio, su ofrenda, han llegado a la plenitud deseada. Por fin él, que tanto buscó el rostro del Señor, ya lo ha visto.

En la víspera de la solemnidad de Santa María Madre de Dios, una fotografía suya paseando, y al fondo una imagen de María, me hace recordar su amor hacia a Ella y su confianza total en su protección maternal, en aquellas palabras finales de su primera Encíclica “Dios es amor”.

 

 

María, la Virgen, la Madre,

nos enseña qué es el amor y dónde tiene su origen,

su fuerza siempre nueva.

 

A ella confiamos la Iglesia, su misión al servicio del amor:

Santa María, Madre de Dios,

tú has dado al mundo la verdadera luz,

Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios.

 

Te has entregado por completo

a la llamada de Dios

y te has convertido así en fuente

de la bondad que mana de Él.

 

Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él.

Enséñanos a conocerlo y amarlo,

para que también nosotros

podamos llegar a ser capaces

de un verdadero amor

y ser fuentes de agua viva

en medio de un mundo sediento.

 

                     Gracias Señor por su vida, descanse en su Creador por siempre.

 

Monasterio de Santa Catalina

Paterna – Valencia

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