“No somos borregos” es la expresión peyorativa con la que nos defendemos cuando, persona o institución, nos, reclama sumisión. Ciertamente debemos actuar y pensar utilizando nuestra cabeza y no la del otro. Es nuestra responsabilidad y nuestro ser persona lo que esta en juego.
El evangelio de este domingo puede chocarnos y ser malentendido. Habla de ovejas y de rebaños. Son imágenes que hoy han de ser explicadas de lo contrario transmiten un mensaje equívoco.
En cambio, para quienes nos movemos en terreno religioso resultan entrañables. Evitamos el anacronismo de interpretar con criterios modernos expresiones de dos mil años atrás y disfrutamos con la experiencia de intimidad y seguridad que ofrece el mensaje original.
No son las imágenes sino la profundidad que quieren expresar. Los seguidores de Jesús somos gente que valoramos nuestra peculiaridad y desde ella vamos por la vida intentando hacer el bien. No somos víctimas de un proselitismo a ultranza, sino que sentimos respetada nuestra libertad.
Jesús no es un líder que manipulando sentimientos y emociones fuerza al seguimiento. Es un Maestro que invita y atrae por su oferta de VERDAD y VIDA.
Porque nos ama y conoce uno a uno, una a una , nos volvemos hacia él y optamos por él al sentir saciada nuestra sed y calmada nuestra hambre porque ríos de agua viva brotan de sus entrañas y su alimento es Pan del Cielo. Sentimos aliviados nuestros cansancios y agobios porque su yugo es suave y su carga ligera.
Escuchamos su voz que dice palabras de vida eterna, no de una vida feliz para después, sino de una felicidad que ha comenzado ya.
No somos borregos. Somos discípulos, hermanos, hijos. No somos siervos, nos llama amigos. Nos ama y lo amamos.
Sor Áurea