VIDA COMÚN: “Nos congregamos en comunidad para vivir unánimes, teniendo una sola alma y un solo corazón en Dios”. (LCM 2)
Encarnando el Evangelio, la comunidad se convierte en una escuela de amor para jóvenes y adultos donde se aprende a amar a Dios y a los hermanos. Es allí donde se crece en la sinceridad y confianza mutuas, en la capacidad de diálogo, en la adhesión sincera buscando el bien común. La paz y la alegría de estar juntos siguen siendo uno de los signos del Reino de los cielos.
La unidad alcanza su plenitud más allá de los límites del monasterio, en comunión con la Iglesia y con la Humanidad. Es un testimonio de la reconciliación universal en Cristo.