Hoy les propongo una reflexión sobre algún tema que aparece en una carta de la santa a los novicios de Santa María de monte Oliveto. Allí les habla de la sangre, de la obediencia de la entrega de uno mismo, del “no temas” que tanto se repite en las Sagradas Escrituras. Me detendré solo en uno de ellos: el costado abierto de Cristo en la cruz.
El hombre de hoy, de ayer y de siempre buscará la felicidad, porque en definitiva esto está inscrito en su naturaleza. El problema está en discernir la fuente de esta felicidad. Ya lo decía el profeta cuando acusaba al pueblo de buscar cisternas agrietadas, en vez de calmar la sed en la fuente de agua viva que es el Dios de Israel.
Santa Catalina, al final de la carta que menciono, propone el costado abierto de Cristo en la cruz como fuente de la vida, como la estancia segura; la morada el descanso, la unificación de todo nuestro ser. Y esto porque Cristo es el sacramento del Padre del cual, en la cruz brota sangre y agua, es decir, los sacramentos por los cuales somos hechos hijos de Dios y somos alimentados para transitar el camino de la vida, curados de nuestras heridas.
Se buscan fórmulas para la unificación de la persona, para su eficacia en el trabajo, para superar el estrés. Santa Catalina nos da la fórmula: escondernos en el costado abierto de Cristo en la cruz, en ese amor que sigue salvando al hombre de cualquier esclavitud, ese amor que hoy nos llega por los sacramentos.
Los que hemos recibido el don de la fe e intentamos ser fieles a este don por medio de la confianza, no podemos desaprovechar la fuente de vida que es cada eucaristía, o cada oportunidad de practicar la reconciliación sacramental. Es verdad que son métodos antiguos, tienen ya veintiún siglos, pero son métodos eficaces en lograr la plenitud de la persona. La prueba de esto son los santos. Los sacramentos llevan a la persona a encontrarse a sí misma en Dios y a Dios en sí misma y en los demás. La llevan a la verdad, que es la única que nos hace libres. Escondernos en ellos, hallar en ellos el consuelo para todas las frustraciones, la fuerza para todas nuestras luchas, compañía para todas nuestras soledades, es el mejor remedio para cualquier mal que podamos tener, porque beber de ellos es entrar en contacto con la persona misma de Jesucristo.
¡Esta es una invitación que nos hace Santa Catalina hoy, entrar en Jesucristo a través de su costado abierto en la cruz!
Sor Mª Luisa Navarro, OP