Les propongo que hoy nos detengamos en una parte del contenido de una carta de Santa Bernarda Soubirous, al padre Gondrand, escrita en el año 1871.

Ella relata cómo la Virgen se le apareció, cuando con otras dos niñas iban a recoger leña. Bernardita vio una mujer, vestida de blanco con un cinturón azul celeste y sobre cada uno de los pies una rosa amarilla del mismo color que las cuentas de su rosario.

Sólo tomaré dos pequeñas frases del contenido de su relato:

“me ordenó que bebiera de la fuente”

“comencé a excavar y al final pude sacar algo de agua”.

Intentaremos relacionar esto con las palabras de Jesús a la samaritana: “si conocieras el don de Dios, tú me habrías pedido de beber a mí y te daría el agua viva”. Y también con lo que le sucedió a San Agustín, en su búsqueda de la verdad; él la buscaba fuera de sí y cuando la encontró, se dio cuenta de que estaba dentro de él: “Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba, y me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por Ti. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo”.

El ser humano, siempre lleva dentro de sí una gran sed, de verdad, de amor, de felicidad. La Virgen hoy nos propone cavar en el propio corazón que “es el lugar de la sinceridad, donde no se puede engañar ni disimular. Suele indicar las verdaderas intenciones, lo que uno realmente piensa, cree y quiere Los “secretos” que a nadie dice y, en definitiva, la propia verdad desnuda. Se trata de aquello que no es apariencia o mentira sino auténtico, real, enteramente “propio”,” porque allí, en lo más hondo está Dios sosteniendo nuestra vida, brindándonos su gracia. Solo allí, después de “cavar”, o sea, de ejercitarnos en las virtudes, acrecentamos nuestra confianza en él, de tal forma que nos abandonaremos a su acción.

Allí Él nos dará a beber el agua viva sin medida y nos convertirá en fuente que salta hasta la vida eterna, que contagia vigor a su alrededor.

¡Qué la virgen de Lourdes nos ayude para que no tengamos temor a entrar dentro de nosotros mismos, cavar por medio de las virtudes hasta hacernos capaces de recibir gratuitamente el don del agua de la vida, Cristo Jesús! ¡Ya que sólo él puede desafiar la sed que devora el corazón del hombre!

Sor María Luisa, OP

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