CARTA DE FR. CARLOS AZPIROZ , OP

Obispo de Bahía Blanca (Argentina)

Beatas Cecilia y Diana, dominicas

 

A+M

 

Bahía Blanca, 8 de junio, 2021

 

 

Muy queridas hermanas:

Hoy celebramos a las beatas Cecilia “Romana” y Diana “Andaló”. Con ellas -podríamos decir- hacemos memoria de las semillas de santidad de dos mujeres, que son para toda la Orden verdaderos iconos. Lo son por todo lo que la gracia -la amistad con Dios- hizo en ellas; lo son por la amistad que supieron brindar y cultivar con Santo Domingo y otros frailes de la Orden… La Orden nació como Familia y la santidad de sus miembros se comunica y enriquece a todos, a todas.

Estamos viviendo –en estos tiempos difíciles para todo el mundo- un año singular: ¡800 años de la pascua de Santo Domingo! y recordando también los dos primeros Capítulos generales que él mismo presidió (en 1220 y 1221). Estas efemérides también enriquecen nuestro presente, nuestra manera de vivir la fraternidad, el gobierno ¡la sinodalidad!

En este contexto, no puedo sino dar gracias a Dios por los bellos recuerdos del VIII centenario de la fundación del Monasterio de Santa María de Prulla (1206) ¡Año Jubilar de las Monjas y con ellas de toda la Familia! Con ese gozo particular comenzó el novenario de preparación para conmemorar también el VIII centenario de la confirmación de la Orden (1216). Muchos hermanos y hermanas pudimos conmemorarlo juntos, en Familia, participando en el Convenio celebrado en el Angelicum (Roma), en enero de 2017 culminando la fiesta con la Eucaristía presidida por el Papa Francisco en San Juan de Letrán…

En esta fecha nada mejor que repasar un aspecto que se refiere a los orígenes de las monjas en relación inmediata con Santo Domingo. La beata Cecilia con la pluma de su corazón nos transmite claramente que las hermanas reunidas en San Sixto se vieron atendidas con toda solicitud por el “Padre de los Predicadores” y, utilizando un lenguaje que denota satisfacción plena, aseguraba que les instruía en los temas relativos al nuevo camino de vida religiosa, «porque no tuvieron ningún otro maestro que les formara en la vida de la Orden[1]». Este servicio generoso que prestó a las primeras comunidades fue correspondido por las religiosas con plena confianza, sin dejarse disuadir ni desalentar por quienes, para desviarlas de su propósito, desacreditaban a Santo Domingo, como ocurrió en la propia Roma.

En la vida dominicana se dio un paso adelante con relación al monacato medieval. Domingo pedía una «disponibilidad para la itinerancia, y para la solidaridad entre las comunidades», cuando así fuera necesario. A este respecto acudió al Papa para que dirigiera una bula común a las hermanas y a los hermanos. Honorio III se la otorgó en Cività Castellana el 17 de diciembre de 1219[2]. Manifestaba en este documento que deseaba plantar árboles fructíferos en el paraíso de la Iglesia y cuidar de los ya plantados. Unos y otros —para seguir con la imagen— quería que crecieran en una nueva fundación en Roma, junto a la venerable basílica dedicada al Papa mártir San Sixto. Para ello mandaba con autoridad apostólica a las hermanas de Prulla que, en caso que fueran juzgadas necesarias por fray Domingo para tal fundación, se manifestaran prontas para acudir al nuevo convento, según él lo mandare, a fin de consagrarse con entrega total al Señor en la Orden.

Cuando dos años más tarde, en la primavera de 1221, Santo Domingo mostró una vez más su convicción de que «el trigo almacenado se corrompe, pero sembrado fructifica», y llamó a la puerta de la comunidad de Prulla, ¡ocho hermanas se pusieron en camino hacia Roma! Una de ellas, Sor Blanca, fue la primera priora de la comunidad romana. Tal como deseaba Santo Domingo las hermanas del sur de Francia «enseñaron la Orden» a sus hermanas reunidas en San Sixto[3]. El Papa quería una vida religiosa renovada para su diócesis de Roma y para que, desde allí, irradiara al conjunto de la Iglesia. Santo Domingo no deseaba otra cosa que colaborar con un amplio proyecto eclesial que estaba llamado a producir importantes frutos, más allá del tiempo y de los límites geográficos conocidos hasta entonces.

En la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo de 1223 la Beata Diana junto a otras cuatro hermanas recibieron en Bolonia el hábito de la Orden de manos del Maestro Jordán de Sajonia. Él mismo quiso hacer venir, con licencia del Sumo Pontífice también, cuatro hermanas de San Sixto (Roma) para que les enseñaran el modo de vida religiosa de la Orden. Así llegaron al monasterio de Santa Inés de Bolonia cuatro hermanas que habían profesado en las manos de Santo Domingo y habían recibido también de sus manos el hábito. Estuvieron en esa comunidad hasta el día de su muerte, llenas de grandes frutos de santidad. Una de ellas era la Beata Cecilia[4].

Tal como lo hiciera Santo Domingo, tal como lo hicieran las monjas de Prulla con sus hermanas de San Sixto en Roma, tal como éstas últimas también siguieron ese ejemplo ayudando a la nueva fundación de Bolonia surge –una vez más- siempre desde la fidelidad creativa (sin fotocopiar, sin clonar, sin fecundaciones in vitro cuando se trata del don de la entrega, de la vida) un pedido a todas y cada una de ustedes mis queridas hermanas: ¡Fórmennos en la vida de la Orden! ¡Enséñennos la Orden!

Feliz fiesta de Diana y Cecilia, dos mujeres que –como ustedes en este Tercer Milenio- han dado un toque femenino preciso y precioso con su vitalidad, dulzura y fortaleza. ¡Cuánto les debe la Orden, la Iglesia, el mundo!

Fraternalmente en Domingo, Catalina, Diana y Cecilia ¡y todos los santos y santas de la Orden!

 

+ Fray Carlos Alfonso OP

 

[1] B. CECILIA ROMANA, Relación de los milagros obrados por Santo Domingo en Roma, n. 6; en V. T. GÓMEZ (ed.) Santo Domingo de Guzmán, Escritos de sus contemporáneos (Madrid, EDIBESA, 2011) p. 959.

[2] Cf. V. KOUDELKA, Monumenta diplomatica Sancti Dominici (Roma 1966) n. 113, p. 117.

[3] Cf. M. H. VICAIRE, Historia de Santo Domingo (Madrid, EDIBESA, 2003) pp. 796-797

[4] Cf. Crónica de la fundación del monasterio de Santa Inés de Bolonia, en Liturgia de las Horas O.P. (Roma 1988) pp. 811-812.

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