LA GUERRA QUE NO NOS DEJA VIVIR EN PAZ
El fragmento de hoy resulta cuanto menos enigmático. Pone en boca de Jesús términos imposibles para nuestra concepción de maestro bondadoso y pacífico que exige a sus discípulos bondad y fraternidad. Hoy nos llama al desengaño, “¿pensáis que he venido a traer paz? No, sino guerra” guerra y división, fuego purificador
Podemos acudir al subterfugio de los distintos conceptos que encierran un mismo( término, así por ejemplo, podemos hablar de paz y referimos a la calma del cementerio, a la simple ausencia de conflicto, o a la sumisión de los machacados bajo la bota del vencedor o del bienestar que genera una buena siesta. Esto podría ser una explicación pero por supuesto que Jesús no se refiere a este tipo negativo de paz lo mismo que al hablar de guerra no está invitando a coger un fusil.
La guerra que trae Jesús es precisamente aquella que no nos deja en paz. ¿Podemos quedar tranquilos, como si nada pasara mientras cientos de personas como nosotros pero con peor suerte, ven frustrados sus intentos de llegar a puerto seguro? ¿No nos martillea aquel “tuve hambre, tuve sed, estuve desnudo, enfermo y en la cárcel y no me socorriste?
¿Podemos dormir tranquilos mientras tantos viven la desazón del sinsentido y caminan erráticos como ovejas sin pastor? ¿no nos golpea el lamento de Jesús: ¡Cuántas veces quise cobijarte como la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!
Evidentemente Jesús cuando habla de paz no lo hace en sentido negativo sino de esa paz que se genera en el interior de quien asume seguir a Jesús y acepta todos los retos y obstáculos del camino, un camino que conduce a una plena humanización y que por ello no está libre de escollos. Para seguir a Jesús hay que sacudir la pereza y emprender la senda estrecha y empinada. Para seguir a Jesús hay que ponerle cara y no sucumbir ante la hostilidad y la incomprensión incluso de los muy nuestros, en nuestra propia casa siempre encontraremos una nuera, un padre o una suegra que intente persuadirnos de lo insensato de seguir por el camino emprendido. Hostilidad, opresión, división es lo que acarrea seguir las huellas de Jesús. Ya lo profetizó Simeón «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción»
Esta es su guerra. El seguimiento no es compatible con una actitud bobalicona, con una inercia paralizante. El seguimiento no nos deja vivir en paz.
Sor Áurea Sanjuán