El fragmento de hoy está formado por una serie de aforismos que indican radicalidad y exigencia también por alguna paradoja como la de “quien gana pierde y quien pierde gana”.
Estas afirmaciones de Jesús, no pretenden más que enfatizar la seriedad del seguimiento.
No es posible entender la contraposición entre el amor a los padres y a los hijos con la adhesión a Jesús; esa disyuntiva no la plantea Él. Todo el evangelio habla de amor. «Es mentira el amor que dices tener a Dios si no amas a tu prójimo, es decir, a quien tienes a tu lado». Es lo que nos dice y repite el evangelista Juan. Y Jesús mismo no para de exigirnos amor, pero curiosamente no para Él de manera directa sino a través de los otros. Incluso nos ofrece su amistad con esa condición:
“Seréis mis amigos si hacéis lo que os mando
y lo que os mando es que os améis unos a otros”
Amar al otro es signo y garantía de nuestra adhesión a Jesús, es la señal por la que se nos reconoce de los suyos: “mirad cómo se aman” «En eso conocerán que sois mis amigos»
Elegimos a Jesús con todas las consecuencias, pero no contra nuestros padres, ni contra nuestros hijos, ni contra nadie sino con todos, todos unidos como hermanos, pero eso sí, rechazando cualquier tipo de zancadilla, venga de quien venga, que pretenda disuadirnos de nuestra opción por el Reino. “¿quién nos separará del amor de Dios?”
Seguir a Jesús no nos libera y a veces conlleva, arrostrar dificultades, ante ellas y ante el sufrimiento nuestra actitud ha de tener su sello cristiano, pero no la resignación pasiva y bobalicona que tanto nos han criticado sino la de lucha y superación, sabiendo que el mal y el dolor no tienen la última palabra, sabiendo que hay Alguien que cuida de nosotros, así cargar con nuestra cruz es más llevadero sobre todo, sabiendo que por delante va Aquel que tomó la suya por Amar a todos, confiar en quien no nos librará de todo padecer pero que sí lo dotará de sentido. Saber que optar por el Reino no es perder prebendas sino ganarlas:
«El que quiera salvar su vida la perderá y el que pierda su vida por mí la ganará”. Es decir, crecerá como Jesús, en Gracia y también en sabiduría, la sabiduría de conocer el camino que lleva a la verdad y la vida, que conduce no sólo a la «felicidad eterna» sino también a ese bienestar que hace de nuestro vivir y de nuestro entorno un cielo aquí en la tierra.
¿Es difícil y complicado seguir a Jesús?
Somos nosotros los complicados y los que enredamos lo más sencillo. Nos empeñamos en radicalidades imposibles cuando Jesús lo que nos pide es esa actitud que nos predispone a acoger, ayudar y favorecer a quien nos necesite. Lo que nos pide es tan sencillo como el dar de beber aunque sea » un vaso de agua fresca»
Sor Áurea Sanjuán Miró, OP