LA MESA DE LA MASCARELLA
Hoy nos sentamos a la mesa y nos sentamos con Domingo de Guzmán. Así es la primera, la más antigua, representación que de él tenemos. Sentado a la mesa rodeado de cuarenta y ocho discípulos. Es “la tabla de la Mascarella” que nos ha acompañado como icono durante todo el año jubilar. Y es que la mesa es la mejor y más certera representación de la fraternidad. Alrededor de ella se trabaja en equipo, se conversa y se comparte el pan, el pan nuestro de cada día y el pan eucarístico ese pan del cielo del que nos habla el evangelio de hoy. Ese pan que es Jesús, lo dice él mismo: “Yo soy el pan bajado del Cielo “ y por decirlo lo critican. “conocemos a su padre y conocemos a su madre. Es uno del pueblo, sabemos, muy bien de dónde viene y ¡quiere hacernos creer que baja del cielo!” Es que las cosas de Dios son tan sencillas que a menudo resultan increíbles.
Sto. Domingo, como Jesús, se revistió de sencillez, dejó cabalgaduras y riquezas, no hizo alardes de categorías ni quiso que los suyos los hicieran por eso entre nosotros no hay superiores, todos somos hermanos, el prior, la priora , son tan solo “el primero, el primero entre iguales” y lo son porque así lo han decidido, democráticamente los hermanos. En la tabla que comentamos Domingo apenas se distingue de entre sus compañeros y es que nuestras reuniones las preside el Señor que es al fin quien nos convoca. “Nadie viene a mí si el Padre no lo trae”
Reunidos en su nombre escuchamos al Maestro, a Jesús. “Todos discípulos de Dios” Los dominicos, las dominicas no seguimos las huellas de Guzmán, sino que con él seguimos las de Jesús.
“Nuestro padre”, como coloquialmente lo llamamos, no suplanta a Jesús, nos acerca a Él ayudándonos a desvela con su predicación de la Gracia y la Verdad la Buena Noticia. Aquella que quita los temores y ensancha el corazón, aquella que es Vida y comunica Vida.
Con Domingo, sentados a la mesa comemos y compartimos ese Pan que aleja para siempre a la muerte, porque “quien lo coma vivirá para siempre”. Es e Pan que Jesús nos da, que es Jesús y es vida del mundo.
En la mesa dominicana, en la mess de Jesús cabemos todos, en ella todos tenemos la palabra y todos escuchamos la Palabra.
En la familia dominicana hay mesa y mantel, todos tenemos plato y cubierto. Todos compartimos el Pan. Es nuestro lema:
“contemplar y dar lo contemplado”
Contemplar, rumiar, saborear el Pan y la Palabra y como necesidad de expandir y re9partir lo que no nos cabe dentro, ofrecerlo a los demás. Ese es nuestro carisma. No exageramos la importancia y la grandeza de los líderes, no nos distrae su dedo sino que miramos aquello que señala, miramos a Jesús. Los dominicos y dominicas no buscamos, no debemos bhscar, protagonismo sino que todos a una, desde la mesa que nos reune apuntamos y señalamos a Aquel que ha venido para que “el mundo viva” apuntamos, señalamos el Pan que partimos y repartimos. La Gracia que compartimos.
Contemplar y dar lo contemplado.
Sor Áurea