TRES CUESTIONES FUNDAMENTALES

  

  1. ANIMAR A LA CORRECCIÓN FRATERNA ES PELIGROSO

No sé por qué al tratar de estos temas siempre nos colocamos del lado del corrector nunca del corregido. ¿Quién nos ha nombrado juez? Por otra parte, demasiadas veces nuestras correcciones las hacemos a la ligera, más como un desahogo personal que como una seria y ponderada voluntad de ayudar a nuestro hermano. Precisamente esto es lo que está a la base del protocolo de actuación en este tema, que exige el evangelio de este domingo. Nunca una precipitada amonestación, nunca provocada por nuestro propio malhumor ni por animadversión o antipatía. Nunca generar hostilidad, rechazo o desánimo.

Más que corregir cuidarnos unos a otros, cuidar al hermano como quiero y necesito que me cuiden y me traten a mí, no sólo cuidar las formas sino el propio corazón. Un corazón limpio hará que la palabra dicha al hermano sea curativa.

Una corrección bien hecha ha de tener como resultado la paz y la concordia. Un diálogo tras el cual quedemos más amigos y hermanos es la condición para una auténtica corrección fraterna. Evitemos los demasiados jueces que enervan la convivencia.

  1. ATAR EN LA TIERRA LO QUE ESTÁ SIENDO ATADO EN EL CIELO

Después de hablar de cómo ha de ser la corrección entre hermanos Mateo sube un peldaño hacia lo que hemos interpretado como la plena autoridad otorgada a la jerarquía y su poder de perdonar o no los pecados. Dejemos esta cuestión a teólogos, exegetas y magisterio, ciñámonos a lo que nos concierne a la gente de a pie. Observemos que Jesús no se está dirigiendo únicamente a Pedro sino a la comunidad. Jesús nos habla a todos y a todos nos está diciendo que nuestro comportamiento ha de ser tal, en cuanto seguidores suyos, que concuerde con lo que es adoptado en el cielo, de esta manera lo que “yo ate en la tierra, es lo que está siendo atado en el cielo” y no es sólo cuestión de verbo, es cuestión de que unos y otros sigamos los pasos de Jesús. Tengamos los sentimientos de Jesús, nuestra mentalidad sea la de Jesús.

Por fin, la oración. 

  1. LA ORACIÓN: UNA VARITA MÁGICA. NO CAMBIAR A DIOS SINO A NOSOTROS

Juntarnos dos o tres supone que la comunidad y la fraternidad funcionan, ponerse de acuerdo en pedir algo supone unidad y complicidad de intereses y proyectos, supone una fe compartida y recordemos que en otros lugares nos dice que el Padre sabe de qué tenemos necesidad y que nos dará el Espíritu Santo. La oración no cambia a Dios sino a nosotros. No es una varita mágica.

Sor Áurea Sanjuán, op

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