EL GRANO DE MOSTAZA

 

Todos hemos visto, aunque sea en una maceta, germinar una pequeña semilla. Esto tan sencillo y cotidiano es comparable al Reino de Dios. Es Jesús quien hace la comparación.

El Reino de Dios no es ostentoso, ni hace manifestaciones espectaculares de poder ni de boato. El Reino de Dios es tan sencillo como el diminuto grano de mostaza de apenas uno o dos milímetros de diámetro.

 Aunque tratando de cosas de Dios no es el tamaño lo que cuenta sino la virtualidad que hay en el interior.

El grano de mostaza crece hasta hacerse el más grande de los arbustos hasta el punto que las aves pueden anidar en él. Germina en silencio, mientras el hortelano duerme.

El Reino se expande silenciosa y sigilosamente. No podemos decir está aquí o está allá. Está dentro de nosotros mismos. En nosotros germina y se desarrolla. Es la semilla de la Bondad.

No hay que hacer grandes esfuerzos ni grandes violencias. Sólo acoger y cultivar, como el hortelano. Ese Espíritu que está dentro de nosotros no está quieto. Como toda realidad está en evolución y proceso y se expande influyendo en el entorno y más allá de él. Es el conocido aleteo de la mariposa que puede provocar un tsunami al otro lado del océano. Es el también conocido y antiguo aforismo «nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, porque ni el hombre ni el río son lo mismo». Todo lo vivo fluye y cambia, lo inerte muere.

 Es la responsabilidad de quienes nos hemos comprometido con el Reino. Todo tiene trascendencia.  Es la dinámica de su Reino.  Lo que siembro cosecho, pero la cosecha no me afecta sólo a mí sino a la comunidad humana.

Queremos un mundo mejor, queremos que las cosas cambien y nos acobarda la tarea. En el Reino de Dios todo lo grandioso es pequeño. Las tareas sencillas. Si dentro de nosotros germina la bondad estaremos expandiendo el Reino. Estaremos construyendo un mundo nuevo.

 

Sor Áurea Sanjuán, op

 

 

 

 

 

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