¡EFFETA!

 

 La pasada semana vimos cómo Jesús cargaba contra las leyes humanas que imponen cargas insoportables pero que no tienen contenido esencial, no se trata de lavar vasos y manos restregando bien sino de lavar el corazón, seguir tradiciones ya anquilosadas faltas de espíritu vital, no se trata de calificar de impuras las cosas externas, impuro es lo malo que sale del interior.

En la escena de hoy Marcos nos lo presenta como ratificando la misma enseñanza pues se marcha a la zona pagana, habitada por gente considerada como impura con la que no se debían mezclar ni tener trato. Allí, precisamente allí, es donde se da el signo que comentamos hoy.

La escena presentada tiene valor didáctico. El sordomudo en este contexto representa a aquel que tiene los oídos cerrados, no escucha, no entiende y por ello su lengua sólo emite balbuceos, su voz carece de contenido. Es como aquel «que tiene orejas pero no oye, tiene boca y no habla, tiene ojos y no ve».

Viene al caso, en esta reflexión una anécdota reciente. Una niña de 9 años, que ha tenido y sigue teniendo interés en la catequesis, ha seguido la clase de religión y su familia tiene ya todo preparado para la fiesta y la niña en un gesto de madurez se planta y dice: «no quiero hacer la primera comunión porque no me creo las cosas que cuenta el cura«.

La reflexión: ¿Cuidamos la evangelización o nos limitamos a contar historietas increíbles incluso para los niños?

Recordemos la contundente afirmación del Concilio:

«También los creyentes tienen en esto su parte de responsabilidad. Porque el ateísmo, considerado en su total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias causas, entre las que se debe contar también la reacción crítica contra las religiones, y ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión”. (Gaudium et spes, 19)

El grito de Jesús ante el sordomudo ¡effeta! es decir, ¡ábrete! nos está espoleando: ¡ábrete! escucha, busca, aprende, no te quedes en la narración que la mayoría de las veces es sólo el vehículo para expresar el mensaje.  Escucha, atiende, hazte preguntas.

¿Qué es lo que en realidad dice? Sólo así podrás hablar y tu palabra tendrá contenido.

«¡Effeta! ¡Ábrete!» Es el grito que nos conmina a abrir los oídos para escuchar. Escuchemos por encima y por debajo del género literario las lecciones de vida. Esa vida humana y feliz que nos presenta la figura, la enseñanza y la actuación de Jesús. Lo conseguiremos con el estudio, la reflexión y la oración que propiciará ese encuentro íntimo con el Maestro que según la historia de hoy, el sordomudo tuvo cuando Jesús, que no pretende el espectáculo que quizá buscaban quienes lo presentaron, se lo llevó aparte. Jesús nos engancha por ese encuentro personal.

La escena que nos está describiendo Marcos culmina con el reconocimiento referido a Jesús: «Todo lo hizo bien».

Sor Áurea Sanjuán

Texto de referencia: Marcos (7,31-37)

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