Atrapado entre cuatro inhóspitos muros, lejos del infinito y abierto espacio del desierto con las pupilas dilatadas y el corazón golpeando, custodiado por guardias que asemejan gigantes, Juan tiene miedo. Herodes lo ha traicionado, parecía que empatizaban pero no aguantó sus reproches y descargó sobre él los candados y los barrotes que enmudecieron su voz. Ya no grita en el desierto, ya no exige allanar los caminos por donde llega el Mesías, el Salvador. ¿El Salvador? ¿No se habría equivocado? ¿Y si no fuera Él? La incertidumbre y una sensación de vacío y fracaso lo invaden. El sentido de su vida, de su vivir, de su austeridad y penitencia, de su predicación, se desmorona. Un sudor frio recorre su cuerpo.
“Id, preguntadle: ¿Eres tú o hemos de esperar a otro?”
La respuesta de Jesús contrasta con la angustia de Juan.
Sin sutiles argumentos filosóficos, sin disquisiciones inútiles, con la sola razón de las buenas obras, Jesús devuelve la paz a Juan.
“Decidle: Los cojos saltan, los ciegos ven, los mudos hablan».
Mateo ha puesto en boca de Jesús el texto de Isaías. Sabemos que los evangelios son catequesis y que no todos los fragmentos son historia, pero todos nos traen la Palabra de Dios, la enseñanza de Jesús para nuestro día a día, y en todos vamos viendo situaciones que por humanas se parecen a las nuestras. No tenemos la experiencia de la cárcel como la tuvo Juan el Bautista pero posiblemente hayamos sentido alguna vez si no la desazón y la angustia, al menos sí la inquietud y la duda. ¿Nos habremos equivocado en alguna de nuestras opciones importantes? ¿Será verdad que es un cuento de niños o algo para ingenuos o incultos lo que dice nuestra fe? Y la respuesta, como la de Jesús a Juan, no es tanto agobiarse con razones y galimatías que no alcanzo, como señalar las obras buenas de los seguidores de Jesús y mis propios intentos de hacer el bien. Y no es que el contenido de fe no sea razonable ni que no sea razonable el creer, sino que el buen obrar, el preocuparse y ayudar a los demás, es un recurso añadido a la razón. En lo que hagamos por los demás encontraremos al Jesús que se identifica con aquellos que nos necesitan.
Y otra enseñanza más en el fragmento de este domingo, Jesús espera a que se den la vuelta los emisarios de Juan para colmarlo de alabanzas y bendiciones, mientras que demasiadas veces nosotros, a espaldas del hermano, lo criticamos señalando aspectos negativos o que nos molestan.
Es precisamente la exhortación de Santiago en la segunda lectura de la Eucaristía:
“Tened paciencia»; y «No os quejéis unos de otros».
Y por último, hoy es el domingo «GAUDETE” es decir, de la ALEGRÍA, de la alegría que tiene un sólido fundamento: ¡»EL SEÑOR VIENE»!
Sor Áurea Sanjuán, op