Los griegos decían: «una mente sana en un cuerpo sano”.

La espiritualidad no es algo que se piensa, sino algo que se vive, que se experimenta. Nuestro cuerpo es el punto de partida para la espiritualidad, el lugar esencial de la vida y su expresión.

Espiritualidad viene de espíritu; es el cultivo de lo que es propio del espíritu, su capacidad de proyectar visiones unificadoras, de relacionar todo con todo, de conectar y reconectar todas las cosas entre sí.

Muchos estudios científicos demuestran una conexión entre la fe espiritual y el incremento de la salud física y mental. Los neurobiólogos han identificado que la base biológica de la espiritualidad se encuentra en el lóbulo frontal del cerebro. Descubrieron empíricamente que siempre que se captan los contextos más globales o se produce una experiencia significativa de totalidad o también cuando se abordan de forma existencial realidades últimas cargadas de sentido, y se producen actitudes de adoración, devoción y respeto, hay una aceleración de las vibraciones periódicas de las neuronas localizadas allí.

¿Qué importancia prestamos a esta dimensión espiritual en el cuidado de la salud?

La espiritualidad tiene una fuerza curativa propia. Para Alexander Lowen la espiritualidad está incorporada en el cuerpo. Define el espíritu como la energía o fuerza vital de un organismo manifestado a través de expresión de la personalidad del individuo:

Nuestra espiritualidad procede de esta sensación de conexión con una fuerza u orden superior a nosotros. Si aceptamos que los seres humanos son criaturas espirituales entonces tenemos que aceptar también que la salud está relacionada con la espiritualidad. Estoy convencido de que la pérdida de la sensación de conexión con las demás personas, los animales y la naturaleza produce un trastorno serio de la salud mental. Objetivamente la salud mental se refleja en la vitalidad del cuerpo, que puede observarse en el brillo de los ojos, el color y la temperatura de la piel, la espontaneidad de la expresión, la vibración del cuerpo y la gracia del movimiento.

Partiendo desde el cuerpo es desde donde se realiza un proceso de crecimiento que nos lleva a un yo más rico y seguro.

“Los humanos somos como los árboles, arraigados a la tierra en un extremo y tendiendo al cielo desde el otro. Cuán alto podemos tender depende de la fuerza de nuestro arraigo. Como criaturas de la tierra estamos conectados al suelo a través de las piernas y de los pies. Si la conexión es vital decimos que la persona está enraizada en la tierra, lo que significa que sabe quién es y dónde está parada. Estar enraizado es estar conectado con las realidades básicas de la vida: el cuerpo de uno, su sexualidad, las personas con las que mantiene relaciones. La calidad del enraizamiento de un individuo determina su sensación interna de seguridad”.

“Lo que tenemos en común como personas es el cuerpo. La educación y las ideas pueden ser diferentes, pero somos iguales en el funcionamiento corporal. Si respetamos nuestros cuerpos, respetaremos los de los demás. Si sentimos lo que funciona en nuestro cuerpo, sentiremos lo que funciona en el cuerpo del ser humano que tenemos cerca. Si estamos en contacto con los deseos y necesidades de nuestro cuerpo, sabremos las necesidades y deseos de otros. Por el contrario, si estamos desconectados de nuestro cuerpo, estamos desconectados de la vida”.

La capacidad de ser consciente está unida a los procesos energéticos del cuerpo, es decir, a la cantidad de energía que tiene una persona y a la libertad con que puede circular. Cuando aumenta la energía, y si el sistema está sano y desbloqueado, la conciencia se expande, se abren nuevas zonas en la mente y se establecen nuevas conexiones.

Cuando mente y cuerpo se separan, la espiritualidad se convierte en un fenómeno intelectual, en una creencia y no en la fuerza vital que es.

https://feldenkraisbarcelona.net/2015/04/08/la-espiritualidad-en-el-cuerpo/

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