A los 40 días del nacimiento del Hijo de Dios en Belén, la Virgen María y su esposo san José, entraron en el Templo llevando al pequeño Jesús en sus brazos para presentarlo y ofrecerlo al Dios Altísimo. También nosotros, 40 días después de haber celebrado la Navidad, nos presentamos en el Templo para renovar nuestra ofrenda al Señor.
El lema de esta Jornada de la Vida Consagrada, “Testigos de la esperanza y de la alegría”, nos recuerda a todos los consagrados el valor del testimonio para infundir la esperanza en los corazones y confesar la alegría de la salvación que nos ha alcanzado en Jesucristo.
En esta fiesta de la Presentación del Señor, agradecemos a Dios nuestra vocación consagrada, suscitada en la Iglesia como una luz que el Padre ha puesto en el candelero, para que alumbre a todos los de la Casa. Los diversos carismas y las distintas formas de consagración son expresión de la múltiple gracia con que Dios ha querido embellecer a su Iglesia.