En un bello poema lleno de ternura, nos comparte la experiencia de su conocimiento de Jesús:

«Sólo sé cómo se llama»

«Que si nació hoy, que si nació ayer,
que si nació aquí, que si nació allá.
Que si murió a los 33, que si murió a los 36.
Que cuántos clavos, que cuántos panes y pescados. 
Que si eran reyes, que si eran magos. 
Que si tenía hermanos, que si no tenía.
Que dónde está, qué cuándo vuelve.

Yo lo único que sé es que… A mí me tomó de la mano cuando más lo necesitaba.

Me enseñó a sonreír y a agradecer por las pequeñas cosas.
Me enseñó a llorar con fuerzas y a dejar ir.
Me enseñó a despertarme agradecida, saludando al sol y a acostarme con la cabeza tranquila.
A caminar muy lento y muy descalza.

Me enseñó a abrazar a todos y a abrazarme a mí.
Me enseñó mucho, me enseñó todo.
Me enseñó a quererme con ganas. A querer a quien está al lado y a darle la mano.
Me enseñó que siempre me está hablando en lo cotidiano, en lo sencillo, a manera de mensajes y que para escucharlo, tengo que tener abierto el corazón.
Me enseñó que un gracias o un perdón lo pueden cambiar todo.
Me enseñó que la fuerza más grande es el amor y que lo contrario al amor es el miedo.
Me enseñó cuánto me ama a través de mil detalles.
Me enseñó que los milagros sí existen.
Me enseñó que si yo no perdono, soy yo la que se queda prisionera, y para perdonar primero tengo que perdonarme.
Me enseñó que no siempre se recibe bien por bien, pero que actúe bien a pesar de todo.
Me enseñó a confiar en mí y a levantar la voz frente a la injusticia.
Me enseñó a buscarlo dentro y no afuera.

Me deja que me aleje, sin enojarse. Que salga a conocer la vida. A equivocarme y a aprender. Y me sigue queriendo, cuidando y esperando.
Hasta me dejó aprender de otros maestros sin ponerse celoso; porque es de necios no escuchar a todo el que habla de amor.

Me enseñó que sólo estoy aquí por un tiempo, y sólo ocupo un lugar pequeño.
Y me pidió que sea feliz y viva en paz, que me esfuerce cada día en ser mejor y en compartir su luz conociendo mi sombra, que disfrute, que goce, que ría, que llore y que valore, que Él siempre va a estar conmigo… que, aunque dude y tenga miedo, confíe, ya que esa es la fe, confiar en Él a pesar de mí…

Sólo sé cómo se llama… se llama Jesús»

GABRIELA MISTRAL. Poeta chilena

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