Guía del rezo del Vía Crucis
«Señor, que la meditación de tu Pasión y Muerte nos anime y ayude a tomar la cruz de cada día y seguirte, para un día resucitar contigo en la gloria. Amén».
1ª ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Él, que siempre ha perdonado, que nunca ha condenado a nadie, ahora es juzgado y condenado a muerte.
¡Qué injusticia más grande! Cerremos los ojos y tratemos de identificarnos por un momento con lo que podía sentir Jesús.
Jesús, ayúdanos a que siempre seamos transmisores de perdón y esperanza, en un mundo que vive con tremendas contradicciones. Que tu Cruz sea para todos nosotros fuerza para caminar al lado de los sufrientes, y en vez de quedarnos en la oscuridad de la queja, seamos luz brindando perdón y amor a donde vayamos.
2ª ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON LA CRUZ
La cruz pesa mucho. En ella van todas nuestras impurezas, toda la falta de amor, toda la injusticia, todo aquello que nos duele y nos oprime, Jesús no rechaza la cruz, sino que la acepta, la quiere, la abraza. Su amor por nosotros es tan grande.
¿Quién no ha sufrido alguna vez la humillación, la incomprensión, el dolor físico o moral? ¿Quién no ha tenido en su corazón dificultades en el camino de la vida? Esas son nuestras cruces y el Señor las carga junto a su cruz.
Señor Jesús dame tu fortaleza y enséñame a aceptar a cargar mi cruz, como Tú lo hiciste por amor a cada uno de nosotros.
3ª ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Tu caída, Señor, es para redimirme, para ayudarme a levantar de mis caídas diarias; las cuales hacen que me aleje de tu amor. Tú me demuestras que si caigo me puedo volver a levantar y seguir caminando hacia la santidad. ¡Ayúdame a levantarme siempre y a seguir mi camino hacia Ti!
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí. Esta primera caída de Jesús nos recuerda que en nuestra vida también caemos muchas veces. Tropezamos y caemos, pero lo que importa es reconocer cual es la piedra que nos hace caer, quitarla del camino y seguir avanzando.
Has caído mi buen Jesús, pero te vuelves a levantar. Sabes que debes seguir adelante. Ayúdame a soportar las cruces de la vida con la convicción de que están heridas de resurrección, pues Tú, Señor, has vencido.
4ª ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE
Muchas veces sólo el amor de la Madre permanece en pie. María y Jesús se encuentran en este caminar hacia el Calvario, sus miradas se cruzan, se comprenden. María sabe quién es su Hijo. Sabe de dónde viene. Sabe cuál es su misión. María acompaña a su Hijo a la cruz.
Madre, permanece en todos los momentos de mi vida y así, apoyándome en tu cariño maternal, tendré la seguridad de llegar a tu Hijo en el último día de mi existencia.
5ª ESTACIÓN: EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
El Cireneo le ayuda con la carga a Jesús. No le quita todo el peso, pero la ayuda lo suficiente para que pueda seguir adelante, para que pueda llegar a su destino.
Quizás alguna vez has experimentado que la carga es demasiado pesada y alguien te ha ayudado a llevar el peso. Todos necesitamos “cirineos” que nos ayuden a llevar la cruz, personas con quienes compartir dudas y fracasos y sobre todo personas que nos ayuden a llevar con paciencia la cruz de cada día. Y también, todos alguna vez debemos ser cireneos para los demás, desde el amor, la comprensión y el silencio.
Señor, mándanos cireneos que nos ayuden, que nos acompañen, que estén cerca en los peores momentos de la vida para que la cruz pese menos. Gracias, Señor, por todos los cireneos que pusiste en mi camino y que me enseñaron y ayudaron a vivir la vida desde tu amor y el servicio de los hermanos.
6ª ESTACIÓN: LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
Aquella mujer, estaba allí, miró a Cristo y su corazón se conmovió. No se quedó en el lamento, sino que pasó a la acción. Verónica no toma la cruz que llevaba Jesús, sino que le limpia la cara. Le ofrece lo que ella tiene, un pedazo de tela para secarle el sudor y las lágrimas. Este gesto no le quita el sufrimiento, Jesús es consciente que le queda todavía un largo y doloroso camino. Pero alguien se le ha acercado. Y ante la muestra de afecto de Verónica, el Señor quiso que su rostro quedase plasmado en el lienzo. ¿Te imaginas cuántas situaciones tienes día a día, para que Jesús plasme su rostro en tu corazón? Si estamos atentos a nuestro alrededor, también podemos descubrir muchas necesidades que tienen nuestros amigos, familiares y vecinos.
Ser cristianos no nos exige realizar grandes proezas, pero sí nos anima a ser portadores de amor y comprensión en “pequeños detalles”.
Señor, te doy gracias por tantas Verónicas valientes que limpian el rostro de los “otros Cristo” que son mis hermanos. Te pido que llenes de misericordia mi corazón, para que, así como la Verónica se acercó a tu Hijo, yo también me acerque a mis hermanos.
7ª ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
La debilidad del cuerpo y el dolor del alma han hecho que Jesús caiga de nuevo. Es que el camino es muy largo y difícil aún para su Humanidad Santísima. Nuestros pecados, nuestros dolores, toda nuestra humanidad era el peso que Jesús llevaba en esa cruz, y ¿cómo responde Él ante nuestra reincidencia en el mal? Lo hace desde la insistencia en redimirnos, con abundancia de perdón. Y, para que nadie desespere, vuelve a alzarse fatigosamente abrazado a la Cruz.
Hoy te propongo intentar que los tropiezos y derrotas no nos aparten ya más de Él, que tú y yo nos aferremos al yugo de Jesús. Sólo esa contrición y esa humildad transformarán nuestra flaqueza humana en fortaleza divina. Te propongo también, intentar descubrir en el rostro de Jesús caído y en todos los caídos y crucificados de la historia, una llamada a servir, a vivir sembrando los caminos de la vida de esperanza.
Señor Jesús, danos fuerzas para ayudar a todas las personas a descubrir y a vivir en la dignidad de los hijos de Dios.
8ª ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS PIADOSAS MUJERES
Mi buen Jesús, hay unas mujeres en el camino del Calvario y Tú te detienes a hablarles. Es tan grande tu corazón que las consuelas, en lugar de buscar recibir consuelo. Les das la esperanza de la Resurrección.
¿Cuántas veces nos centramos en nuestro dolor y no vemos el sufrimiento del otro? ¿Cuántas veces por egoísmo nos guardamos nuestra palabra de amor y comprensión para el que sufre?
Necesitamos encontrar en la Cruz el rostro de Cristo sufriente que nos enseña a descubrir el sufrimiento de tantos hermanos que caminan a nuestro lado. El mundo de hoy busca el consuelo fácil; pero en el dolor también hay fruto. En el dolor también está la prueba, de encontrar la mirada y palabra de Jesús volviendo una vez más a dar consuelo y esperanza al contemplar el rostro del que tiene siempre abierto el Corazón.
Mi buen Jesús, te pido que, con tu Amor, me consueles en el camino de la vida y ayudes a mostrarme disponible ante tantas personas que han perdido el rumbo de sus vidas. Dios mío, ayúdame a tener el corazón tan grande como el de tu Hijo Jesús, para ayudar siempre a mis hermanos.
9ª JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
La fragilidad también puede ser fuente de humildad y esperanza si sabemos gestionarla. San Pablo decía que: “todo lo podía en Aquél que nos conforta”, y decía algo más luminoso, aunque misterioso: “porque cuando soy débil entonces soy fuerte”.
¿Qué quería decir? Que “con Cristo todo lo podemos”, que él puede transformar nuestra fragilidad en fortaleza si de verdad lo dejamos obrar en eso que sabemos no podemos. Sólo hay que levantarse y confiar en Aquél que nunca nos abandona.
Una vez más, mi buen Jesús, una vez más has caído. Pero siempre tu fuerza y amor por nosotros triunfa, y una vez más te has levantado.
Gracias, mi buen Jesús, porque te levantaste y así me salvaste. Señor, te pedimos que nos ilumines y nos ayudes a levantarnos cuando no podemos más pues Tú eres el vencedor del pecado, del dolor y de la muerte.
10ª ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Arrancan a Jesús sus vestiduras, adheridas a su cuerpo por la sangre de sus heridas; lo presentan sin nada, sólo con su Amor al Padre y a nosotros, allí, en silencio, pero con su Verdad proclamada a los cuatro vientos. ¿Quién podría creer que un Rey, nació y murió pobre? Nos lo ha dado todo, se ha despojado hasta de su Madre, que nos la entrega como Madre nuestra. En su Corazón sólo hay un deseo “amar hasta el extremo”.
Jesús es despojado de su dignidad de hombre, antes incluso que de la de Hijo de Dios. Muestran a Jesús desnudo a la vista de la gente. Él, en efecto se despojó totalmente de sí mismo, para sacrificarse por nosotros. Por eso el gesto de despojarlo de las vestiduras es también el cumplimiento de la Sagrada Escritura.
Señor, que yo sepa ofrecerte el recuerdo de las separaciones que me desgarraron, de los desprendimientos que me duelen, uniéndome a tu pasión y esforzándome en consolar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo. Señor, quiero despojarme de todo lo que me aparte de Ti…
11ª ESTACIÓN: JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ
Como si tensasen las cuerdas de una guitarra, así han crucificado a Jesús. No creo que tengamos la capacidad de imaginarnos el dolor de Jesús durante la crucifixión, cruenta y dolorosísima.
¡Amor, amor, amor! Otro sentimiento no cabe. Sobre la cruz nos has enseñado a amar.
Ahora comenzamos a comprender el secreto de aquella alegría perfecta de la que hablabas a los discípulos en la última cena. Has tenido que bajar del cielo, hacerte niño, después adulto y entonces padecer en el Calvario para decirnos con tu vida lo que es el verdadero amor.
Señor, más de ti, menos de mí…
12ª ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» y, dicho esto, expiró.
He aquí el más alto, el más sublime obrar del Hijo en unión con el Padre y el Espíritu Santo. He aquí el hombre. He aquí a Dios mismo.
La cruz fue por mucho tiempo un símbolo de vergüenza, de derrota, pero nuestro Señor triunfó en esa Cruz, nos redimió con su santa y preciosa sangre y gracias a ello somos libres.
Para nosotros los creyentes, la muerte es un cambio, una transformación y no un fin.
No hay amor mayor que dar la vida por los demás. Con facilidad me olvido de cuánto me amas,
Señor, cuánto me has dado, cuánto te costaron mis pecados. Perdón Señor por no valorar como se debe tu Pasión y Muerte con la cual me has redimido y por no darme cuenta de lo importante que es aceptar tu salvación.
13ª ESTACIÓN: JESÚS EN BRAZOS DE SU MADRE
Aparentemente, todo ha finalizado. Todos se van. Sólo María se queda, ella sigue firme en la fe y confía en la promesa: “Al tercer día resucitaré” … Allí estaban los brazos de su Madre, los brazos de la Iglesia acogiendo y entregando desde su pobreza a Jesús a la humanidad. María y la Iglesia acogen en su seno a la humanidad más sufriente. En silencio llora con los que lloran. Les ofrece la esperanza cierta de que “si morimos con Él, viviremos con Él”.
Señora junto a la cruz, Madre de todos los hombres, Mujer creyente que permanece hasta el final, que no te echas atrás, ayúdanos a ser cristianos que vivamos en el Corazón de Cristo y junto a nuestros hermanos sepamos ser sostén en los momentos difíciles.
14ª ESTACIÓN: EL CADÁVER DE JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO
Lo había dicho Jesús; “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no da fruto”. Tenemos que “saber esperar” en la quietud y el silencio, Dios sigue llevando adelante su plan… Tenemos que vivir con el convencimiento que detrás de la noche, viene galopando la aurora. Es preciso saber que todas nuestras cruces están marcadas de resurrección.
Es necesario que los cristianos seamos portadores de una esperanza cierta que se fundamenta, desde luego, en el camino de la cruz, pero el destino es la Vida que no se acaba, la vida eterna.
Señor Jesús, enséñanos a ver cercana la primavera, aunque nos veamos a veces insertos en el crudo invierno y ayúdanos a ser capaces de contagiar al mundo con la esperanza cierta de que Tú eres nuestro Salvador y Redentor.
15ª ESTACIÓN: JESÚS RESUCITA AL TERCER DÍA
Ha pasado la noche. Ya se acerca la aurora. Todo podía haber quedado en el mayor fracaso de la historia. Así lo deseaban algunos. Pero de pronto, cuando amanecía, lo vieron. Era Él tejiendo primaveras, saliendo a nuestro encuentro para todos los Emaús del mundo. Era Él diciendo una y otra vez que vivía. Desde aquel domingo cada vez que celebramos la Eucaristía Jesús se hace presente y nos ayuda en el camino de la vida.
Cristo Resucitado, enséñanos a vivir siempre en el gozo inmenso de quien sabe que “nada ni nadie nos podrá quitar” tu Amor Resucitado.
Oración final:
Padre, te doy gracias por este caminar contigo. Reconocí mis cruces, las cuales debo aceptar cada día y seguir a tu Hijo. ¡Ahora sé cómo se acepta, cómo se renuncia, como perdonar y amar a pesar de todo! Ahora sé cómo se muere antes de la muerte y cómo se marcha al encuentro de la vida. Te doy gracias porque estoy saliendo de mi voluntad rebelde y entro en la tuya, para con convicción ir tras ser portador de tu amor y salvación, entregada por medio de Jesús.
Padre concédeme que Jesús resucite en mí, hoy y siempre. AMÉN.
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