Vida consagrada profecía de la misericordia

 Recuerdo que siendo niña, cuando apenas había cumplido nueve años de edad escribí mi primer poema, estaba dedicado a una compañera de colegio, me sentí orgullosa de aquel logro, había conseguido poner palabras a los sentimientos. Desde aquel momento me di cuenta que una dimensión nueva se abría en mí ser: el lenguaje de la mirada y de la palabra me era familiar y desde entonces me convertí en aprendiz de poeta. Cuando llegó el encuentro profundo con el Señor a los 14 años, que definió mi vocación contemplativa, descubrí que había aprendido a leer la mirada del alma de la humanidad y se había escrito en la mía un anhelo incontenible de ser su voz. Descubrí su belleza y su dolor, su esperanza y su lucha, irresistiblemente me enamoré de la humanidad y en ella vislumbré la belleza del rostro de Dios. En ella aprendí a ser contemplativa, a percibir en la humanidad la mirada de Dios y en Dios la mirada de la humanidad. Me sentí seducida e impulsada por la fuerza de la oración. En ese camino se cruzó en mi vida Domingo de Guzmán, el enamorado del Verbo, el hombre traspasado por la Palabra que le convirtió en predicador de la gracia. Domingo me abrió la puerta de la contemplación dominicana como mendicante de la Palabra e itinerante de la misericordia en el corazón de la humanidad, desde mis propias limitaciones, como husmeadora de la verdad y la belleza, en esta historia que es mi historia. La iglesia celebra el año de la Misericordia como una puerta abierta a la Bondad y el Perdón de Dios, los y las Dominicas celebramos 800 años de vida como predicadores y predicadoras de esa Misericordia, una historia de vida que me confirma que la vida contemplativa no solo es una vida con futuro sino el presente y el futuro de la vida.   

 

Sor María Ángeles Martínez Moreno OP

Dominica Contemplativa

Monasterio de la Santísima Trinidad – Orihuela  (Alicante)

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