Desde hace algunos años diversas diócesis, parroquias y comunidades católicas en distintas partes del mundo se han propuesto recuperar el 31 de octubre como la Víspera de Todos los Santos. Así nació la celebración de “Holywins”, para festejar con niños y jóvenes la llamada universal a la santidad. Esta iniciativa nació en la diócesis de París en el año 2002. En España, una de las Diócesis que lo empezó a promover fue la de Alcalá de Henares. Allí, ofrecen durante esta jornada diferentes actividades para niños y adolescentes.
“Holywins” es un juego de palabras que significa “la santidad vence”. La similitud fonética con la palabra “Halloween” no es casual, pues Holywins tiene la pretensión de ayudar a reforzar la fiesta cristiana de Todos los Santos, ante el eclipse cada vez mayor que está sufriendo por la potente implantación de la fiesta pagana de Halloween.
Actualmente se celebra Halloween que no tiene ninguna relación con la fe cristiana. Por el contrario, su forma de plantear la vida y la muerte, el bien y el mal, son completamente distintas a las del Evangelio de Cristo y a la Tradición de su Iglesia.
Halloween significa «All hallow’s eve», palabra que proviene del inglés antiguo, y que significa «víspera de todos los santos», se refiere a la noche del 31 de octubre, víspera de la Fiesta de Todos los Santos. Sin embargo, la antigua costumbre anglosajona le ha robado su estricto sentido religioso para celebrar en su lugar la noche del terror, de las brujas y los fantasmas.
Con Holywins: “los católicos queremos devolver a este día su verdadero sentido y celebrar a todos aquellos que siguieron heroicamente a Jesucristo, con una luminosa fiesta de Todos los Santos que desborde alegría y esperanza»; “no queremos compartir el culto a la muerte y la exaltación de lo monstruoso o feo que trae consigo, pues lo propio de los cristianos es celebrar el triunfo de la vida y promover la belleza y el bien”; “frente a los disfraces de los muertos vivientes que llenan las calles de las ciudades los 31 de octubre, cada vez son más las diócesis que se suman a la celebración de Holywins para transmitir un mismo mensaje: la vida es hermosa y su meta es el Cielo, son muchos los que ya han llegado y todos estamos llamados a compartir su felicidad, pues todos podemos ser santos”.
FIESTA DE LA LUZ, VIERNES 3 DE NOVIEMBRE»SANANDO CORAZONES LLEGAMOS A LA SANTIDAD»
Dice el Papa Francisco: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental”. Los santos a lo largo de su vida han acompañado a los heridos, heridas que necesitan curación…
La Iglesia como lugar de misericordia, de sanación, no de juicio; las personas que se acercan a ella están gravemente heridas por distintas circunstancias. La figura sanadora se asocia a la del buen samaritano que lava, limpia y consuela y ama ejerciendo la misericordia: “eso es evangelio puro”, Francisco, dice, allí está el mensaje de Jesús, el mandamiento nuevo, en una palabra: la santidad. Es así como el Papa Francisco entiende santidad.
FIESTA DE TODOS LOS SANTOS
¡BIENAVENTURADOS!
La propuesta y la lógica de Jesús va contra la propuesta y la lógica del mundo. “Ser santo” era el anhelo y el sueño que se trataba de grabar en el corazón de los pequeños y los jóvenes de hace ya algunos años. Quizás en nuestro mundo ya no se escuche este anhelo. Y sin embargo ésta sigue siendo la propuesta seria de Jesús. No se trata de esa santidad estirada, fría y a veces hasta inhumana, con que se acostumbra presentar a muchos de los santos.
La invitación de Jesús a ser santos tiene mucho que ver con la vida diaria, con el compromiso con los hermanos y con la verdadera felicidad. Ser santo es alegría, dinamismo y fuerza en la búsqueda de la verdad.
Se podría resumir en el Sermón del la Montaña cuyo pórtico, las Bienaventuranzas, nos ofrece hoy el pasaje de San Mateo. Dejando de lado la felicidad como era presentada con frecuencia en el Antiguo Testamento que unía una vida justa con riquezas, salud y larga vida, Cristo nos presenta nuevas pistas que conducen a la verdadera felicidad.
Las Bienaventuranzas declaran dichosas a personas consideradas, de ordinario, malditas o desgraciadas. La primera de ellas resume en cierta manera a las demás: “Dichosos los pobres de espíritu”, o sea, los que han puesto su confianza en el Señor.
Después cada bienaventuranza es una proclamación mesiánica, un anuncio de que el Reino ha llegado para aquellos que tienen el corazón limpio y buscan la justicia. Ser santo hoy es vivir plenamente las Bienaventuranzas que nos propone Jesús. Esto lo ha expresado de muchas maneras y enfáticamente el Papa Francisco en “Gaudete et exultate”, proponiendo una santidad cercana, de casa, pero llena de la presencia de Dios.
Las bienaventuranzas nos expone su carta magna que nos llevará a alcanzar la verdadera santidad. En las Bienaventuranzas aparece claro que Dios es muy cercano al hombre, al que sufre, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los que lloran y son despreciados.
Dios no es insensible al sufrimiento humano. Dios no es apático, sufre donde sufre el amor. A nuestro mundo, que sí es indiferente y que ha perdido la capacidad de percibir el sufrimiento humano, Cristo le propone las Bienaventuranzas como camino de felicidad.
La vida está sembrada de problemas y conflictos, y sin embargo podemos decir que “la felicidad interior” es una señal de que alguien sabe vivir plenamente y que sólo son felices quienes saben amar.
Las Bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien planeada: ¿Qué sucedería si yo aceptara vivir con un corazón más sencillo, sin tanto afán de seguridad, con más limpieza interior, compartiendo el dolor con los que sufren y depositando mi confianza en un Dios que me ama de manera incondicional?
¿En qué creer: en las bienaventuranzas que me propone Jesús o en los reclamos de nuestra sociedad? Si realmente somos discípulos descubriremos que somos más felices cuando amamos, aun con dolor, que cuando no amamos y por lo tanto no sufrimos. Ser cristiano es buscar la felicidad, la verdadera felicidad, que comienza aquí y que alcanzará su plenitud en el encuentro final con Dios.
Si Cristo nos presenta las Bienaventuranzas como Buena Noticia quiere decir que su mensaje no es algo hueco o vacío, sino una realidad presente en nuestro ambiente. Ya hay en nuestro mundo frutos y signos de la Buena Noticia. Debemos descubrirlos. Ya hay “santos” en medio de nosotros y podemos reconocerlos.
En este mundo podemos vivir la santidad, en nuestra realidad concreta. Y los santos, en el verdadero sentido de la palabra, son ejemplos que nos ayudan en este camino de seguimiento. Son modelo, testimonio y ayuda para sostenernos en nuestras luchas. Pero no son amuleto ni una especie de talismán para tener suerte en la vida. Son mucho más, no son Dios, pero nos acercan a Dios.
Hoy, al recordar la fiesta de todos los santos, dejemos que las Bienaventuranzas arraiguen en nosotros. Demos crédito a las palabras de Jesús. Es necesario dejarnos transformar por ellas; creer en los pobres, en los hambrientos, en los que lloran, en los misericordiosos, en los que trabajan por la justicia, en los limpios de corazón, en los desposeídos, en los que trabajan por la paz. Creer que estoy llamado a la santidad, a la vida, a ser hijo de Dios. Creer que Jesús me acompaña en este camino de santidad.
Padre Bueno, que otorgas a tu Iglesia la alegría de celebrar los méritos y la gloria de todos los santos, concede a tu pueblo dejarse guiar por Jesús en el camino de la verdadera santidad y vivir cada día las Bienaventuranzas. Amén.
Mons. Enrique Díaz Díaz es el segundo y actual obispo de la Diócesis de Irapuato
2 DE NOVIEMBRE «DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS»
REFLEXIÓN PARA ESTE DÍA
Celebramos hoy la solemnidad de la Conmemoración de todos los fieles difuntos, y consagramos este día a la oración por todos nuestros hermanos difuntos.
Hay una comunión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra.
Por ello, conscientes de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de Cristo, tiene sentido el recuerdo y, sobre todo, la oración por los difuntos. Por todos los difuntos: los conocidos y los desconocidos, los amigos y los que no nos cayeron bien; los que hicieron “grandes” cosas y los que pasaron desapercibidos.
Toda la Iglesia está en oración, viviendo el misterio de la comunión de los santos. Rezamos a la Iglesia triunfante para que, ella que viven ya junto a Dios, interceda al Padre por nosotros que vivimos luchando en nuestro caminar hacia la meta que es la vida eterna. Rezamos por la Iglesia purgante para que estos hermanos nuestros puedan disfrutar pronto de la vida eterna.
Al mismo tiempo, la celebración de hoy quiere recordarnos a todos que la meta de la fe es la vida eterna. Efectivamente, Dios te ama tanto que no te ha creado para vivir sólo cien años: Dios te ama tanto que te ha creado para vivir una vida que no tiene fin, la vida eterna.
Y por ello no puedes olvidar que ésta es la meta de los que caminamos en la tierra. Tu meta no es hacer dinero o acaparar títulos académicos. Tu meta no es ser importante o famoso a los ojos de los demás. Tu meta no es otra que la vida eterna, porque de nada le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo.
Y, cuando al final de tu vida, el Señor te pida cuentas no te va a pedir las libretas de los bancos, ni te pedirá las notas de los estudios, ni las escrituras de tus propiedades, ni las medallas o trofeos de los hombres, ni tu índice de popularidad…
Al atardecer de la vida seremos examinados sobre el amor por el Amor, decía San Juan de la Cruz. Lo único que te va a pedir el Señor es si has sido fiel al Evangelio y a la Iglesia, si has sido dócil al Espíritu Santo y si has pasado por el mundo haciendo el bien, viviendo las obras de misericordia.
Esa ha de ser tu única riqueza. Y será lo único capaz de hacerte feliz, lo único capaz de llenar tu corazón. Sólo Dios basta, y sólo dejándote llenar por Él, serás auténticamente feliz