Ni dominación ni sometimiento. El fragmento de hoy lo pone claro «hombre y mujer los creo, los dos una sola carne», los dos en unión igualitaria.
Se acercaron a preguntarle y la pregunta presuponía una mentalidad totalmente patriarcal por no decir machista justificada, además, por la ley de Dios. Y es que Moisés consentía el divorcio con tal de que se entregase a la mujer el acta de repudio con la cual parece que quedaba algo menos desamparada.
Jesús se pone claramente de parte de la mujer. «Por vuestra dureza de corazón dictó Moisés esa ley» para poner algún límite a vuestro engreimiento. No sois superiores a la mujer. Vuestra dignidad no es mayor que la de ella, no tenéis derecho de posesión. Ni ella tiene estatus de sometida, no es una cosa en manos de vuestro antojo.
Al leer este evangelio lo pensamos desde una posición anacrónica. El texto habla de divorcio y entendemos éste como semejante al divorcio o la nulidad de hoy. Pero no es así, entre nosotros este doloroso proceso puede ser iniciado de común acuerdo o por uno de los dos, en aquella cultura solamente el hombre podía tomar la iniciativa y por el motivo más fútil. La mujer estaba siempre expuesta al arbitrio del varón. Esta vulnerabilidad es lo que atrae y suscita la empatía de Jesús hacia quien todo lo tenía perdido, hacia el indefenso.
El evangelio continúa describiendo una escena que parece no tener relación con la anterior. Se le acercan unos niños para que el Maestro los bendiga pero los discípulos los apartan, molestan y Jesús nuevamente se pone de parte de ellos, no los rechacéis, al contrario, dejad que se acerquen a mí, vosotros si queréis ser de los míos tendréis que haceros como ellos.
Entre las dos escenas hay un nexo común, el que está siempre en la boca, en el sentimiento y en la actuación del Maestro, es el meollo de su doctrina. Entre los cristianos no hay superiores, todos, hombre y mujer, niños y adultos poseen la misma dignidad. Si alguien se arroga el derecho a dominar y someter, ese no es de los nuestros, el reino no le pertenece, en el equipo de Jesús no cabe la prepotencia ni la xenofobia. El abuso de poder sobre el débil está severamente condenado, «al que escandalice a uno de estos pequeños más le valiera. que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar» (Marcos, 9,42).Si alguien pretende arrogarse un poder avasallador, o humillante sobre quien aparece como más frágil y vulnerable, no pertenece a la Iglesia de Jesús aunque se revista de ropaje y signos especiales, “el hábito no hace al monje” en la Iglesia de Jesús solo son licitas las relaciones de hermandad, de igualdad de respeto y benevolencia nadie tiene el derecho de avasallar y nadie la obligación de ser sometido a otro.
«Hombre y mujer los creó» «Dejad que los niños se acerquen a mi» Dos sentencias que nos trae el evangelio de hoy y que suscitan una misma reflexión.
Sor Áurea Sanjuán