Iniciamos un nuevo año litúrgico. Para quienes el ciclo de la Palabra de Dios constituye el marco de referencia esencial, el que pauta los ritmos diarios, semanales, anuales y festivos, supone un día significativo, importante y preñado de expectativas. Acogemos con ilusión la riqueza de la Palabra que resuena en la vida concreta y nos envuelve con su luz, como referencia para el discernimiento. Este nuevo ciclo litúrgico se abre con el tiempo de Adviento. No hay modo más eficaz de evitar la rutina y la inercia en las experiencias que llenándolas de sentido profundo, vislumbrar sus anclajes, identificar sus fuentes.

El Adviento llega al momento concreto en el que nos encontramos. El Adviento nos invita a hacer memoria del pasado que evocamos, el nacimiento de Cristo; para crear la profecía que su plenitud anticipa: el ejercicio de su reinado en la historia.

Hacer memoria, sí. Rescatar la raíz que fundamenta la aventura vital, precisamente para que lo sea: aventura, crecimiento, consciencia.

Crear profecía, sí. Proyectarnos hacia el futuro que nos urge desde la confianza creyente. Ese “ya” que se advierte y resta al “todavía no”. Estos dos movimientos- memoria y plenitud acariciada- son parte de una misma variación, dos alas del mismo vuelo, el modo de acometer cada instante de forma fecunda.

Nuestra propuesta de Adviento consiste en la modesta invitación a dejar balancear una palabra poderosa en el corazón. Darle recorrido, permitir que nos ofrezca su sabor, paladearla sin avidez, desnuda de pretensiones, como una rumia de sabiduría.

En medio la saturación, el exceso de información, proponemos una experiencia apacible, serena, de una sola palabra, pero una palabra evocadora, cargada de historia y grávida de las resonancias de muchas generaciones. Permitir que nos anide, nos acerque su aroma, se asome a nuestra sed, a la armonía que hambreamos.

En medio de tanto destello, dispersión y ruido, intentamos orientarnos hacia el centro de nosotras mismas, para reconocernos habitadas.

En medio de las innumerables prisas y demandas, nos detenemos en lo simple para elevar el tono de la sencillez y transformar cada circunstancia en umbral de presencia.

En medio de tanta discrepancia, agresividad y confusión, un sorbo de silencio para lo importante, para lo que nutre la interioridad. La Navidad no se improvisa, sucede como la procesión gradual de la luz. La miramos desde dentro, la preparamos desde el ser.

 

                                                                                                     Sor Miria Gómez, op

Monasterio de la Stma. Trinidad y Santa Lucía

                                                                     Orihuela (Alicante)

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