Juana nació en Carnaiola, cerca de Orvieto (Italia) hacia el año 1264. Sus padres eran unos humildes campesinos; su padre murió cuando ella tenía tres años y su madre cuando tenía cinco. Fue a vivir con unos parientes, que la habían prometido ya a un rico joven del pueblo, pero ella a los diez años se consagró a Jesús, diciéndole que le ofrecía dedicar a Él toda su vida; ellos no supieron reaccionar más que con indignación y empezaron a ponerle todo tipo de trabas. Entonces huyó de Carnaiola y se refugió en la vecina Orvieto en la casa de otros parientes que la hospedaron y le ofrecieron una habitación solitaria y plena libertad para servir a Dios; y allí vivió la mayor parte de su vida dedicándose a enseñar a coser a jóvenes menos afortunadas.
A los catorce años vistió el hábito de las Terciarias de la Penitencia de Santo Domingo, lo que tanto había deseado. “con el que muy enteramente sirvió a Nuestro Señor Jesucristo hasta el fin de su vida.
Rezaba con muchísima devoción el Padre Nuestro. Valoraba la humildad y la procuraba de muchos modos. Rezaba con mucho amor por los que la injuriaban como si le hicieran un gran beneficio, consideraba las injurias regalos venidos del cielo.
Su vida fue un admirable ascenso por el camino del amor heroico:
- Solía tener pláticas místicas con el Señor, y tuvo parte especial en los sufrimientos de Cristo, reviviendo en sí la pasión del Señor cada viernes santo (LITURGIA DE LAS HORAS PROPIO O.P., Edición típica en lengua española, Roma,1988. p. 847)
- Se adentraba con tanta ternura en los misterios de la Pasión del Señor que Jesús le regalaba dolorosa participación en ellos. Parecía un crucifijo viviente. Entraba en éxtasis al contemplar la Pasión.
- Era muy ardiente en la caridad y a los que hablaba, contagiaba su fuego de amor a Dios.
- Llevó a muchos a la vida religiosa. Cuando alguno venía a ella muy afligido y atribulado, salía de ella consolado y alegre. Dios le había otorgado el don de profecía, para con él ayudar a las personas.
- Era modesta y diligente por lo que todos la amaban y le pedían consejo y curación. Fue una verdadera maestra de vida cristiana para sus conciudadanos.
Juana de Orvieto falleció el 23 de julio de 1306. Después de su muerte de la herida de su costado brotó sangre. Dios la bendijo con muchos milagros que se obraron sobre su cuerpo y luego sobre su tumba. Sus restos mortales se veneran en un altar de la Iglesia de Santo Domingo en el centro histórico de Orvieto.
Benedicto XIV confirmó su culto el 11 de septiembre de 1754. Su fiesta es el 24 de julio y en su pueblo natal de Carnaiola del cual es patrona, se festeja ese día con especial cariño.