Los seguidores de Jesús no pueden sentirse llamados a engaño. Una de las recomendaciones del Maestro es la de sinceridad:
“Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” Mateo 3,37
Recomendación que él mismo cumple a rajatabla. No busca adhesiones engañosas. Sus discípulos han de serlo conociendo la realidad y la exigencia de su compromiso, por eso sus discursos son duros, escandalizan y provocan el abandono.
– «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
De los cinco mil hombres, sin contar a las mujeres, apenas quedan una docena. Escuchamos su lamento:
– “¿También vosotros queréis marcharos?”
Escuchamos la precipitada respuesta de Pedro:
– «Señor, ¿a quién vamos a acudir?
Precipitada por impulsiva e incoherente con otras situaciones en las que Jesús se ve abandonado hasta de los más suyos. Ahí está la noche de Getsemaní.
– «Todos le abandonaron y huyeron» Marcos 14,50.
La doctrina de Jesús es clara y exigente, no es halagadora ni busca seguidores a cualquier precio. No dice lo que se quiere escuchar sino lo que responde a la realidad y a la verdad. Por eso su discurso resulta improcedente y crudo. Responde a una concepción inversa a los convencionalismos acostumbrados, es aquello de “un mundo al revés”. Un mundo en el que se llama felices a los que consideramos como perdedores. Repasemos si no, el mensaje de las “Bienaventuranzas” Mateo 5,1-12. Sin embargo, escuchado sin prejuicios y seguido lo más de cerca posible, descubriremos por propia experiencia que “su yugo es suave y su carga ligera”
Se nos dirá, como se lo dijeron a Él, que “este modo de hablar es inaceptable” y ciertamente lo es para un mundo que no es el de Jesús.
Sor Áurea Sanjuan Miró, OP