“Haced lo que dicen, no lo que hacen”. Parece que Mateo se la tiene jurada a los fariseos. Su influencia ha sido tal que aún hoy usamos el término “fariseo” cono sinónimo de hipócrita. Y es que este grupo religioso junto con el de los Escribas también fariseos que eran algo así como los “teólogos oficiales” constituían la élite, es decir, los “mandamases” de la religión judía. Su hegemonía se consolidó cuando desaparecieron los sacerdotes al ser destruido el templo de Jerusalén. el poder alcanzado les facultó para expulsar de la sinagoga a los cristianos que hasta entonces habían compaginado el seguimiento de Jesús con la religión de sus padres. Ser excomulgados de su Iglesia acentuó la inquina contra esos jerarcas y suscitó los furibundos epítetos que Mateo les dedica y que destacan la acusación de farsantes. Condición que ya había desenmascarado Jesús tan amante del sí es sí y el no, es no.
Los fariseos eran defensores a ultranza de todos y cada uno de los 613 mandamientos de la Ley. Cumplirlos todos resultaba prácticamente imposible incluso para ellos mismos que con tanto énfasis los exaltaban y exigían a los demás. Como, al igual que hoy, para obtener credibilidad había que predicar con el ejemplo, tenían que fingir y disimular su incumplimiento y lo hacían cubriéndose con suntuosas vestiduras y largas filacterias así sus ampulosas figuras parecían revestirse de una autoridad que resultaba tan débil y ficticia como débil y ficticio era la rigurosidad de su cumplimiento.
Total, que no eran capaces de mover un dedo para empujar el pesado fardo que cargaban sobre los hombros ajenos, les encantaba la reverencia de la gente a su paso por la calle y ser llamados maestros. Todo lo que hacían era para ser vistos. En fin, todo unos “fariseos”.
Aquí viene lo de la “rabiosa actualidad”. ¿Quién de nosotros es capaz de hacer siempre lo que exige a los demás? ¿No Somos más fáciles para justificar nuestras propias acciones o nuestras omisiones que para excusar las ajenas?
Aunque lo disimulemos nos encanta el prestigio y el reconocimiento,
que se vea y se tenga en cuenta lo valioso que soy, que se me tenga en cuenta en las reuniones y me reserven un sitio mejor. Justo lo que hace 2000 años se reprochaba a los fariseos.
Hay una expresión que recorre todo el Evangelio y que en el fragmento de hoy está explícitas “en cambio vosotros…” Expresión que nos ha de martillear constantemente “en cambio vosotros…”. El cristiano tanto en su comportamiento como en sus sentimientos ha de marcar la diferencia.
Sor Áurea Sanjuán