Comentario al Evangelio del Domingo VI TO, ciclo C
Jesús conoce la situación injusta en que vive su pueblo, no tiene poder para cambiarla pero se sitúa al lado de sus victimas. Puede felicitarlas con verdad y sin cinismo porque él mismo es una de ellas.
La gente se agolpa a su alrededor porque le parece haber encontrado en él el filón para su felicidad pues ha curado enfermedades y dolencias.
Pero la felicidad no está en la liberación de todos los males, ni en la ausencia de dificultades, ni tampoco en las riquezas no está ahí. Las cosas no son como nosotros las apreciamos. La felicidad que nos ofrece Jesús es otra cosa.
El pobre no es dichoso por su pobreza sin o a pesar de ella. Es feliz no porque nada posee sino porque no se siente acorralado por las dificultades, porque sabe vivir el evangelio con confianza y libertad.
Es feliz si tiene un corazón ilusionado y libre, una mirada limpia.
No es feliz el rico porque nada le falta sino porque es desprendido y comparte.
No es feliz el poderoso, el triunfador, el que arrolla sino aquel que en un mundo de competencia y violencia es bondadoso, paciente, generoso.

No es desgraciado el que llora si sus lágrimas tienen sentido. Es feliz el que gime por el mal que aflige al mundo, el que anhela una sociedad en la que el valor supremo sea el bien de todos y para todos.
Es dichoso no el que exige que le hagan justicia sino el que busca y se afana por un mundo digno y justo.
Es dichoso el misericordioso porque su corazón no es de piedra, porque ama y perdona, porque olvida la ofensa.
Es dichoso el pacífico no porque busca su egoísta tranquilidad sino porque lucha contra la discordia, la crispación y la violencia y la agresividad, porque trabaja por la paz, por el bien de todos y para todos
Nosotros los ricos, los que no tenemos hambre, los que nos cobijamos en casa acomodada y siempre tenemos a mano un vaso de leche y un chorro de agua calientes, ¿somos felices? Lo seremos si como Jesús nos situamos al revés. Si compartimos
Estos son los criterios de Jesús, si quieres ser feliz no tienes más que hacerlos tuyos-
Sor Áurea Sanjuán Miró, OP