Somos “hijos en el Hijo” y, por lo tanto, parte, por pura gracia de esa descendencia que, según el texto del Génesis, aplastará la cabeza del tentador astuto ¡Sin duda que lo podemos hacer siempre y cuando permanezcamos en medio de la Iglesia, unidos, en oración, a María, la madre de Jesús! Como reza el salmo, en la nueva Sión que es la Iglesia, sin duda “uno por uno, todos han nacido en ella” porque al dar a luz la “Cabeza”, Jesucristo, ya empezaba a darnos a luz a todos los que a Él nos incorporamos; es más, al pie de la cruz fue hecha madre de todos los vivientes.
La soledad y la falta de diálogo son características de nuestro tiempo, pero no estamos solos, tenemos una Madre que es “vida, dulzura y esperanza nuestra”, no dejemos de acudir a ella. Necesitamos que prolongue en nosotros esa fe robusta que mantiene el “hágase inicial, hasta el pie de la cruz y sabe esperar en silencio orante, la resurrección. Necesitamos que su dulzura maternal nos abrace cuando llega la prueba y el desánimo. Necesitamos que el ancla de la esperanza nos mantenga firme mientras día a día, minuto tras minuto el Espíritu Santo va formando la imagen de Cristo en nosotros.
¡Madre de la Iglesia y de todos los vivientes, ruega por nosotros!
Sor Mª Luisa Navarro, OP