El término Pascua proviene del latín páscae, que a su vez proviene del griego πάσχα (pasja), una adaptación del hebreo פסח (pésaj), que significa “paso” o “salto”.
La Pascua es también conocida como Día de Pascua, Domingo de Pascua, Domingo de Resurrección, Domingo de Gloria o Domingo Santo; es la celebración litúrgica más importante de la Iglesia Católica, donde celebramos la Resurrección de Jesucristo. Este hecho es cimiento para la fe cristiana.
Es el misterio más grande de nuestra fe, ya que con ella adquiere todo sentido. San Pablo nos dice: “Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe…Si Él no ha resucitado, vana es nuestra fe” (1 Corintios 15,14-17). Es el “paso” del Señor, el paso de la muerte a la vida. Él ha vencido a la muerte y al pecado, nos ha redimido ¡Cristo está vivo!
La Pascua de Cristo es también nuestra Pascua “en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección, resucitamos todos” (Prefacio II de Pascua).
Sin embargo, los diferentes relatos de las llamadas apariciones del Resucitado han de interpretarse como acontecimientos que forjaron testigos por experiencias interiores transformadoras. Los relatos de Pascua están repletos de detalles significativos. Desde el don de la fe, fundado en la experiencia personal, la resurrección transforma la vida. Sólo con los ojos iluminados por la fe cabe reconocer la presencia del Resucitado.