La Iglesia Católica Romana da comienzo a la Cuaresma todos los años en la Basílica de Santa Sabina situada en la colina del Aventino de Roma. El hecho de que este tiempo litúrgico y la imposición de la ceniza se desarrollen en una iglesia dominicana no es una simple coincidencia.
Una de las paradojas de esta historia es que, muy probablemente, cuando los dominicos recibieron la Basílica de Santa Sabina, por concesión del Papa Honorio III a comienzos del siglo XIII, la tradición de las Statio ya no se practicaba. Sin embargo, casi 800 años más tarde, es en su iglesia donde el Sumo Pontífice recibe la ceniza. Personalmente, estoy convencido de que no es por casualidad. Con este fuerte gesto, que simboliza nuestra determinación de hacer penitencia, una nueva forma de vida comienza cada año, y no sólo para la Orden de Predicadores sino también para toda la Iglesia. Juntos hacemos un camino hacia el Cristo Resucitado. Sólo a través de esta perspectiva de una vida compartida, en la cual dirigimos nuestra atención a las necesidades espirituales y humanas de los demás, nuestra preocupación por la oración, el ayuno y la limosna cobran sentido…
Examinemos los manuscritos “secretos”
Cualquier persona que haya tenido la oportunidad de consultar los libros litúrgicos más antiguos –y no nos referimos al “Misal Tridentino” que es quizás el primero que se nos viene a la cabeza– habrá podido comprobar lo evocantes que son a la hora de ayudarnos a completar un peregrinaje a través de la Roma Alto Medieval. En ellos podemos encontrar comentarios detallados y observaciones pasajeras que fácilmente se nos pueden pasar por alto al centrar nuestra atención en ideas elevadas.
Para el caso del Miércoles de Ceniza contamos con una versión ciertamente fascinante del Sacramental Gregoriano, depositado actualmente en la Biblioteca Secreta Vaticana. Dicho códex contiene diversos usos litúrgicos, tales como los que se practicaban en el siglo octavo en la ciudad de Roma. En uno de sus folios se transcribe la oración, en tinta negra, mientras que en rúbrica podemos leer la siguiente anotación: Feria IIII Ad Sanctam Anastasiam (f.28r la segunda línea de la parte inferior en rúbrica) y Ad Sanctam Sabinam (f.28v la cuarta línea de la parte superior en rúbrica). Abramos el códex y veámoslo con nuestros propios ojos.
Vale la pena pararse a examinar los folios de pergamino porque también, al igual que el resto del códex, son una verdadera obra de arte. Cuando el texto se refiere a Feria IIII nos indica que es el miércoles. Además las iglesias de Sancta Anastasia y Sancta Sabina están muy cerca una de la otra: la primera a los pies del Aventino y la segunda en la parte alta de la colina. La rúbrica indica que la siguiente oración tiene que ser proclamada en Sancta Anastasia (actualmente se utiliza para la bendición de las cenizas):
Concede nobis, Domine,
praesidia militiae christianae sanctis incoare ieiuniis,
ut contra spiritales nequitiae pugnaturi,
continentiae muniamur auxiliis.
Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma
para que nos mantengamos en espíritu de conversión;
que la austeridad penitencial de estos días
nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal.
De igual modo la siguiente en Sancta Sabina:
Praesta, Domine, fidelibus tuis,
ut ieiuniorum veneranda sollemnia
et congrua pietate suscipiant
et secura devotione percurrant.
Estamos leyendo la parte del códex donde se nos describe la preparación para la Pascua. Por ello podemos afirmar que es en estas dos basílicas romanas donde daba comienzo la Cuaresma cada año.
¿Por qué el Papa no se queda en casa?
A estas alturas nos podemos hacer la siguiente pregunta: ¿por qué recuperar esta tradición? En el contexto de la renovación litúrgica, el hoy San Juan XXIII, en el primer año de su pontificado, quiso restaurar la antigua práctica, pero con una ligera variación: la procesión no empezaría en Santa Anastasia sino en San Anselmo. Sin embargo, aún podemos seguir preguntándonos ¿por qué el Sumo Pontífice se desplaza desde el Vaticano hasta el Aventino para participar en la procesión entre las basílicas de los monjes benedictinos y los frailes dominicos? Tal vez haya más razones que la simple preservación de una hermosa tradición.
El comienzo de la Cuaresma nos recuerda que el ayuno es un empeño de toda la Iglesia que se reune para celebrar la Eucaristía. La disciplina cuaresmal no intenta suscitar la ascesis individual, no es semejante a ir al gimnasio para adquirir un cuerpo sano. La ascesis y la penitencia son obras de toda la Iglesia.
¿Cómo podemos traducir elevadas afirmaciones teológicas en prácticas cotidianas? En primer lugar, debemos mirarnos a nosotros mismos y ver que nuestro peregrinaje cuaresmal hacia el Cristo Resucitado nos desafía; no simplemente incomoda nuestro ego sino que nos concierne e inquieta como Comunidad. El cristianismo no intenta convertirnos en individuos perfectos y aislados. Tal vez exista alguien muy cerca de ti que lleve una pesada carga en su vida, ¿cómo puedo ayudarlo? Mediante nuestro ayuno, oración y limosna recobramos la sobriedad y somos capaces de redefinir y de volver a entender el mundo real y no el mundo artificial que hemos creado.
El hecho de que el Papa comience la Cuaresma en la iglesia de los Predicadores no es casual. Si la vida dominicana es verdaderamente apostólica, como se declara repetidamente en sus Constituciones, teniendo como centro la predicación para la salvación de las almas, no puede haber mejor lugar que Santa Sabina para dar inicio a la Cuaresma.
Dominik Jurczak OP
(16 de febrero de 2015)