Las religiosas Dominicas de Santa Rosa estuvieron 260 años en Santiago, hasta fines de 2014, cuando se cerró el monasterio de calle Belén, a pocas cuadras de la avenida las Condes, y las monjas fueron derivadas. a otras comunidades. Hoy reabre sus puertas a cargo de laicas consagradas.
Más de un año en el que los vecinos de este sector de la parroquia Nuestra Señora del Rosario extrañaron la presencia de las religiosas y la atención sacramental en este lugar. Hasta ahora, cuando a solicitud del Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, se hizo cargo de esta capilla la comunidad Las Fraternas, laicas consagradas pertenecientes a Fraternidad Mariana de la Reconciliación, fundada en Perú, con 13 años de presencia en Chile. Son seis hermanas, tres peruanas, dos colombianas y una chilena. Su carisma es el anuncio del Evangelio a las familias, los matrimonios, los jóvenes, en colegios, universidades y parroquias.
La misa de este domingo V de Pascua, que presidió el sábado por la noche el cardenal Ezzati, fue concelebrada por el vicario de la Zona Cordillera, padre Rodrigo Domínguez; el párroco de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, padre Pedro Pablo Garín, y sacerdotes amigos de la comunidad de laicas consagradas que se hace cargo de la capilla, que en adelante llevará el nombre de Santa Rosa, en recuerdo a las religiosas que la atendieron por más de dos siglos.
En esta misa, además de acoger a la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, estas hermanas celebraron los 25 años de la fundación de este carisma, presente en diversas partes del mundo.
Por eso, Anita Martínez, superiora de la comunidad de la ahora capilla Santa Rosa, expresó que para ellas esta experiencia se resume en dos palabras: gratitud y alegría. ‘»Es para nosotras una bendición y un gozo inmenso venir a servir a esta comunidad. Vemos que todo esto es un regalo de Dios inmerecido, por lo que tenemos todas las ganas de responder con entrega y dando el testimonio del Evangelio a todas las personas que lo necesitan».
Antes de comenzar la misa, el párroco de N. S. del Rosario dio la bienvenida a las laicas de la fraternidad y aseguró que «hoy es un día también para agradecer todo el trabajo que las hermanas dominicas han hecho aquí, con un inapreciable legado espiritual, histórico y cultural. Hoy se inicia una nueva etapa para este lugar».
En su homilía y ante un templo repleto de feligreses, el cardenal Ricardo Ezzati señaló que «la decisión de Las Fraternas de llegar acá fue muy generoso y lleno de esperanzas, como el camino de Jesús. Siempre es así. Cuando Dios entra en nuestra vida, aunque esté marcada por el pecado o por tantas otras cosas que nos parecen pruebas, finalmente la presencia del resucitado en nuestra vida se vuelve la prueba de que su amor es infinitamente superior a cualquiera fragilidad humana».
Refiriéndose a los textos de este domingo el pastor destacó el celo de los apóstoles de la primera comunidad cristiana por anunciar el Evangelio, incluso en medio de la persecución, la que finalmente permitió, dijo, «que el nombre de Jesús fuera conocido, llegara a los paganos, convirtiera el corazón y se formaran las primeras comunidades cristianas». Afirmó que en nuestro país hay otra persecución, la de la cultura reinante, «que a veces quisiera borrar el nombre de Jesús y el Reino que él ha venido a inaugurar «, frente a lo que llamó a no temer y a ser audaces para anunciar el Evangelio.
Para ser testigos de este anuncio, expresó el pastor, Jesús nos dejó «un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros como yo los he amado». Precisó que desde la cruz «Jesucristo nos dice hasta qué punto el amor tiene que convertirse en la pedagogía, en la cultura de nuestra vida cristiana para anticipar aquí el cielo nuevo y la tierra nueva». Finalmente, el Arzobispo de Santiago agradeció a Las Fraternas haber aceptado su invitación para hacerse cargo de esta capilla y abrir un espacio de acogida eclesial para todos.
En adelante, en esta capilla habrá misa de lunes a sábado, a las 08:00 horas, y los domingos a las 11:00 horas, oficiada tanto por el párroco de N. S. del Rosario como por el sacerdote Pablo Beorlegui, del movimiento Heraldos del Evangelio.