La promesa se cumple. El Defensor ya está aquí. El Maestro aquel que nos lo enseñará todo, ha llegado. Su paz su sabiduría, su amor, aletean sobre nosotros.
Llega, aunque las puertas estén cerradas, aunque el temor nos tenga atenazados. Pero llega cuando somos comunidad. Algo que hay que subrayar, porque podemos estar en el grupo al tiempo que permanecer ausentes. Es preciso ser comunidad, aunque el miedo sea el aglutinante pues la suma de nuestras debilidades es el imán que atrae su misericordia y su estar con nosotros. Así, de pronto, descubrimos que ahí en medio, entre nosotros está Él.
– “Paz a vosotros”
Caminando en solitario difícilmente escucharemos “paz a ti”. Nos quiere juntos, reunidos en casa. Aislados nos envuelve esa soledad poblada de aullidos y nuestro caminar resulta errante. Es lo que experimentó Tomás en la ocasión anterior cuando desencantado por lo ocurrido con Jesús y ya sin ilusión por el seguimiento, se replegó sobre su propio ombligo y se llenó de sí mismo.
Lo de Jesús había sido un fracaso. Como nosotros quiso ver y tocar, desdeñó el testimonio de sus incultos y crédulos amigos y no era tan insensato como para plegarse al cuento de visionarias mujeres
Pero esta vez sí, la bondad, la paciencia, la comprensión del Resucitado doblegaron su cerviz y regresó a la comunidad. Había aprendido lo que quizá nosotros deberemos aprender, que huyendo de la incertidumbre nos sumimos en ella. Ahora, al igual que sus compañeros, tiene miedo a los judíos, pero no a ser tenido por tonto. Ahora, como Juan, Andrés, Pedro y los otros veneran las llagas que identifican al crucificado que está vivo, y con y como ellos, se llena de alegría al ver al Señor.
-“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os envío yo”
Y el aliento de Jesús los envolvió. Con Él y entre ellos son ahora una piña, un pedazo de Cielo que ha de cubrir y absorber el mundo.
-“Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados les serán perdonados. A quienes se los retengáis les serán retenidos”
Porque sabe que están imbuidos de su bondad y su misericordia les otorga este poder de perdonar. El pecado será borrado de la faz de la tierra porque Jesús, su Espíritu, se queda y se dejará escuchar de la boca de sus ministros “vete en paz y no peques más”
Ha llegado el Espíritu. El Don espléndido en sus dones. Comienza el tiempo de la Iglesia nuestro tiempo.
Sor Áurea