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INTRODUCCIÓN

Rememorar los misterios del Salvador es como acudir al árbol para tomar de sus ramas los frutos de VIDA.

Rezar el Rosario es recibir VIDA; es dejarse impregnar por la VIDA; es creer que Jesús y María actúan.

El Rosario es el pan caliente y tierno de la vida del Hijo, repartido a lo largo del día por la Madre a los pobres hijos pequeños.

La Humanidad de Jesucristo posee una divina virtud que alcanza todos los lugares y tiempos. El Rosario la apresa y la derrama sobre aquellas intenciones a las que vinculamos los misterios.

Y hoy tenemos una intención muy importante: las misiones. Celebramos el DOMUND, que este año tiene como lema: “La misión en el corazón de la fe cristiana”, invitándonos a ser valientes, a renovar el deseo y la alegría de “ir”, de “salir” al encuentro de la humanidad, llevando a todos a Cristo. Unamos nuestras voces a las de toda la Iglesia que nos recuerda hoy especialmente: “La mies es mucha…”

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Misterios Gloriosos

Primer Misterio: La Resurrección del Señor

“Su resurrección es como la primera erupción de un volcán, que muestra que en el interior del mundo ya arde el fuego de Dios, que lo llevará todo a la bienaventurada incandescencia”.

El mundo necesita a Dios. Este mundo creado con tanto amor, le necesita. El mundo está gritando paz, justicia, respeto a la dignidad y a la vida humana, solución a tanta pobreza… Pero los hombres no es que necesitamos de Dios, necesitamos a Dios, encontrarse con Él es hoy una urgencia, con Él lo tenemos todo, sin Él hay infelicidad y desgracia… Él es la respuesta a cada una de nuestras necesidades. Por eso, lo más importante en el mundo de hoy es la evangelización a la que todos los cristianos estamos llamados. Predicar a Cristo muerto por amor y resucitado en la mañana de Pascua: Este es el núcleo de la fe cristiana. Cristo es el Evangelio eterno, su riqueza y su hermosura son inagotables. Él nos ama y nos ha salvado ya. Esto es lo que hay que gritar con la alegría de los redimidos. Y vivir como salvados. Una vida que proyecte luz, que interrogue. Vivir con frescura el encuentro con el Absoluto de tal manera que se contagie a los demás. Ser cristiano no es tanto el esfuerzo por tener contento a Dios, sino el contento de tener a Dios.

 

 

Segundo Misterio: La Ascensión del Señor

“Id y haced discípulos…”

“Partid frente a la aurora… vosotros marcáis mi hora, comienza vuestra tarea”.

Jesús, al subir al cielo da a los apóstoles la misión de hacer discípulos de todos los pueblos. Aunque Jesús es el primero y el más grande Evangelizador, pide nuestra colaboración. El mundo necesita a Dios pero Dios nos necesita a nosotros. Dios nos invita a participar en su obra. Y lo que necesita son testigos que anuncien lo que han visto y oído, puesto que, “el hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y en los hechos que en las teorías”. Por tanto, los evangelizadores deberán ser cristianos de una pieza que cautiven a los hombres con su ejemplo lleno de optimismo, de amor y de esperanza. El cristiano es un misionero de la esperanza. El secreto es sencillo: estar enamorados de Cristo. Esta es nuestra fuerza. Dios quiere personas que propaguen esperanza con su manera de acoger, de sonreír, de amar. Sobre todo de amar: porque la fuerza de la resurrección hace que los cristianos puedan amar aun cuando el amor parece haber perdido sus razones.

“Grita lleno de gozo, pregonero que traes noticias buenas… Si dejas los pedazos de tu alma enamorada en el sendero, qué dulces, mensajero, qué hermosos, qué divinos son tus pasos…”

 

 

Tercer Misterio: La venida del Espíritu Santo

“Arroja en nuestras manos tendidas en tu busca, las ascuas encendidas del Espíritu…”

En el día de Pentecostés los discípulos son transformados por el aliento del Espíritu Santo. No tendrán solamente una buena noticia para llevar a todos, sino que ellos mismos serán diferentes de cómo eran antes, como nacidos a una nueva vida. La resurrección de Jesús nos transforma con la fuerza del Espíritu Santo. Jesús está vivo, está vivo entre nosotros, vive y tiene la fuerza de transformar. Hemos de estar convencidos de que por la fuerza de la resurrección, ningún mal es infinito, ninguna noche es interminable, ningún hombre está definitivamente equivocado, ningún odio es invencible por el amor. Su resurrección entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Permitamos que el Espíritu de Cristo resucitado nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien lo que hace falta en cada época y en cada momento.

 

 

 

Cuarto Misterio: La Asunción de la Virgen María

“Sube la que es de los cielos honra, riqueza, corona, luz, hermosura y nobleza, cielo, perfección y gloria”.

Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora. Jesús nos lleva a Ella porque no quiere que caminemos sin una madre. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida. María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles.

Que la Virgen María, Estrella de la nueva evangelización, aumente la fe, la esperanza y el amor de cuantos caminamos hacia Dios con la ilusión en el corazón y las manos dispuestas para estrechar las de otros hermanos y hermanas que van por el mismo camino y con la misma ilusión. Que María, haga que nuestro corazón vibre como el suyo, que nuestras manos estén abiertas para acoger, acompañar, compartir, que nuestra vida sea una entrega generosa a la causa del amor, amor a nuestro Dios que nos quiere, amor a nuestros hermanos a quienes debemos querer como a Él.

 

Quinto Misterio: María es coronada Reina

“Colocada en el empíreo, en la celestial morada, corto solio a su grandeza, a su humildad mucho alcázar”.

Alguien definió a los misioneros como obstinados, audaces, abnegados… hombres y mujeres llenos de coraje y entrega que se encuentran siempre en los lugares más castigados del planeta, en cada uno de los infiernos que se abren sobre la faz de la tierra. Intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la paz. Su testimonio dará flores donde nadie pudo sembrar, dejará semillas que otros cosecharán y todo será para la gloria de Dios.

La Iglesia da gracias al Señor por haber suscitado tantas vocaciones misioneras que son los mejores embajadores del amor de Dios vivido cotidianamente, que han entregado su vida por completo a la causa de Dios y de los pobres, sin ninguna publicidad.

Que la Virgen del Magnificat, en cuyo cántico resuena su fidelidad a Dios y su solidaridad con las esperanzas de su pueblo, siga guiando sus pasos y fecundando sus tareas. Que les mantenga fieles y generosos cooperadores de Cristo y de su Iglesia en esta nueva evangelización.

 

 

 

Letanía misionera

Santa María, Reina de las Misiones

San Pedro

San Pablo

San Francisco Javier

Sta. Teresita del Niño Jesús

San Marcos

Santos Mártires de Uganda

San Juan Diego

San Francisco Solano

Santa Rosa de Lima

San Martín de Porres

San Felipe de Jesús

Santo Toribio de Mogrovejo

San José Gabriel del Rosario Brochero

San Pedro Claver

San Bonifacio de Alemania

San Agustín de Canterbury

San Patricio de Irlanda

San Remigio de Reims

San Leandro de Sevilla

San Christian, Rey de Dinamarca

San Damián de Molokai

San Pedro Chanel

San Andrés

Santo Tomás

San Juan de Brito

San Valentín de Berriochoa

Santos Mártires de Corea

Beatos y Santos Mártires de China y Japón

Todos los Santos y beatos misioneros dominicos

 

 

Oremos:

 

María, Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, te pedimos que intercedas para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo.

Nosotros hoy fijamos en ti la mirada, para que nos ayudes a anunciar a todos el mensaje de salvación. Que muchos hombres y mujeres se dejen transformar en predicación viva y en fermento del Evangelio en el seno de la Iglesia, despertando así en muchos jóvenes el deseo de seguirte más de cerca.

Te lo pedimos por tu Hijo Jesús.    Amén.

 

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