Santa Cecilia es una figura venerada principalmente en la tradición cristiana, conocida como la patrona de los músicos y la música. En el arte suele ser representada con instrumentos musicales, como un órgano o un laúd, simbolizando su conexión con la música sagrada y evocando su papel como protector de los músicos. Además, su festividad es una ocasión especial para conciertos, misas y celebraciones culturales en su honor.
Su conexión con la música proviene de un relato que cuenta que, durante su boda, mientras los músicos tocaban, ella «cantaba en su corazón a Dios». Ella no solo es un símbolo de la música como expresión divina, sino también un recordatorio del poder del arte para trascender el tiempo y las adversidades.
San Agustín, en sus comentarios, vió la música como una metáfora del alma que vive en armonía con Dios. Para él, el acto de cantar con la cítara o el arpa simboliza la capacidad humana de alabar a Dios con una vida bien ordenada, donde las cuerdas del instrumento representaban virtudes o acciones.
La espiritualidad de Santa Cecilia encuentra eco en la interpretación de la música como una forma de alabanza pura y sincera, y es un gran ejemplo de cómo la tradición cristiana une la fe, el arte y la espiritualidad.